El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Fútbol Femenino

Lo que fue originalmente un pasatiempo se convirtió en un negocio que apesta con todo tipo de abuso y degradación

Silas Hocking –escritor británico

Abril de 1893

El fútbol femenino en Colombia se acaba. Increíble que ello suceda en el Siglo XXI. Las jugadoras colombianas han hecho una serie de legítimas peticiones a quienes gobiernan el fútbol en Colombia. Pero están mal asesoradas, y desconocen la historia. Por eso, por ahora, el resultado es contrario al que esperaban.

En torno a la problemática actual del fútbol femenino hay dos eventos que hay que diferenciar. Por un lado los temas de acoso laboral y sexual; por otro, las peticiones de deportistas profesionales que trabajan sin las condiciones mínimas para desarrollar su actividad. Sobre el primer tema, espero que la justicia llegue pronto a aquellos que realizan actividades alejadas de su práctica profesional. En el caso de niñas menores de edad, de ser declarados culpables los acusados, deben ser castigados con muchos años detrás de las rejas. La sociedad tiene que evolucionar.

El segundo tema es el que quiero tratar. Es apasionante. Por lo complejo, y por las similitudes con los procesos que más de 100 años atrás se vivieron en el fútbol masculino. El fútbol femenino es aún un deporte minoritario en Colombia, sin mayor atractivo para el espectador o la prensa. Hace un tiempo, una alumna del curso sobre “Fútbol, Economía y Sociedad” que entonces dictaba en Los Andes, escribió una nota donde revisaba en detalle el tratamiento disímil de la prensa colombiana al mundial de fútbol 2014, y el mundial de fútbol femenino 2015. En ambos casos, cabe recordar, participó la selección Colombia. Encontraba la autora que había 13 veces más noticias relacionadas con el mundial masculino que con el femenino. Es decir, no es un tema exclusivamente de los dirigentes. La situación del fútbol femenino en Colombia es un camino que todos hemos pavimentado. ¿Por qué?

Hace algo más de 100 años, en Europa, los futbolistas masculinos luchaban por dignificar su profesión. En realidad iban algo más allá. Luchaban por ser aceptados como profesionales. En los 1880s, en Inglaterra, el pago por debajo de la mesa a futbolistas supuestamente aficionados llevó a un situación crítica que amenazó con dividir y acabar la aún naciente Football Association-FA inglesa (la misma que hoy manda en Inglaterra). Inicialmente no sólo no se les pagaba por jugar. Tampoco por los gastos de viaje o estadía. Estos fueron los primeros en aceptarse. Nunca, eso sí, se aceptaría pagos por jugar. En julio de 1885 la FA aceptó a regañadientes jugar con profesionales pero con condiciones. El primer profesional que jugó en la selección inglesa utilizó una camisa azul que lo diferenciaba del resto que iban de blanco. La FA quería jugar un partido anual entre caballeros (impolutos aficionados que no jugaban por dinero), y profesionales. La FA, además, prohibió que antiguos profesionales pudiesen entrar a cualquier comité de la FA, o emitir ningún tipo de normas o reglas sobre salarios o condiciones de trabajo. Los directivos del fútbol, en otras palabras, serían aficionados. Y lo fueron por más de 100 años.

La profesionalización, sin embargo, no fue la panacea pues se establecieron salarios máximos que, entre otras cosas por ejemplo, facilitó la llegada de algún crack del Manchester United al Santa Fe. El proceso inglés se repitió en todo el mundo.

El tratamiento peyorativo hacia los jugadores fue una constante a lo largo de la historia. Cruyff, por ejemplo, exigió que los futbolistas de la selección viajasen con seguro, igual que lo hacían desde año ha, los dirigentes. Y que les pagaran por jugar en la selección. Antes del holandés, los uruguayos, tras derrotar a Brasil en la final del Mundial de 1950, siempre liderados por Obdulio Varela, se negaron a recibir la medalla de plata que los dirigentes les habían mandado hacer como homenaje a tan magna victoria. Querían una de oro, como las que los dirigentes se habían mandado a hacer para ellos.

Las futbolistas de la selección Colombia están haciendo lo que les toca hacer, luchar por sus derechos. Como antes lo hicieron los futbolistas masculinos. Porque las están tratando como se trataba a sus colegas de profesión hace un siglo. Deben costear sus viajes, pagar sus camisas, sufrir para representar a su país.

Pero, y Cruyff lo notó muy rápido, él estaba en posición de exigir, porque el artista era él. El público lo iba a ver a él, no a los dirigentes. Las jugadoras de hoy no son los artistas que en su día (guardando las proporciones) era Cruyff. Y hay una razón histórica para ello. El fútbol femenino fue vetado por cinco décadas. En Inglaterra, la cuna del fútbol, la FA no permitió que los clubes masculinos apoyarán secciones femeninas o siquiera prestaran estadios hasta 1971. En Alemania, en Brasil también fue vetado el fútbol femenino. A Canadá no se permitió la entrada de un equipo femenino costarricense porque no era “apropiado” que mujeres jugaran al fútbol . No hace tanto, la misma FIFA prohibió al equipo femenino de Irán participar en los Juegos Olímpicos de Londres (2012) porque no podían utilizar hijab.

El mundo, sin embargo, está cambiando. La FIFA también. Hace menos de un año lanzó con gran despliegue publicitario la primera estrategia global para el fútbol femenino. Entre otras cosas, para 2022 todas las asociaciones afiliadas a FIFA deben haber desarrollado una estrategia para el fútbol femenino. La FIFA, sin embargo lo tiene claro: “la habilidad de la FIFA para desarrollar el juego depende de su efectividad para comercializar sus competencias y sus eventos” (pg. 2). A diferencia de antaño, ahora la FIFA ve en el fútbol femenino un potencial económico. Por ello el Mundial 2019 será especial. Nosotros mismos, aquí en Gol y Fútbol, contaremos con los datos de OPTA para presentar la analítica del torneo femenino como nunca se ha mostrado en ese deporte. Porque por primera vez se van a recoger datos en tiempo real como se hace en el fútbol masculino.

Las futbolistas colombianas, quizás descontextualizadas de esta historia que acabo de recontar, que me parece relevante, enfocaron su estrategia en demandar más de los dirigentes sin entender de dónde vienen, y qué buscan ellos. Las jugadoras del Atlético Huila, por ejemplo, se quejaron de no recibir el premio de 55.000 dólares que obtuvo el equipo por ganar la Copa Libertadores. Pero eso no es la costumbre en el fútbol. Los premios se negocian con antelación y no suele repartirse todo el botín entre los futbolistas. Según la nota de El Tiempo, habían acordado 1.000 dólares por jugadora, y a raíz de las quejas públicas, fueron 2.000. La queja por plata ha sido común en la historia del fútbol. Camerún, por ejemplo, se había negado a viajar al Mundial de Brasil 2014 porque los futbolistas no llegaban a un acuerdo sobre los premios con la federación. La presión del tiempo y de la FIFA para que “su” torneo no empezara cojo, forzó a la federación africana a llegar a un acuerdo. En cualquier caso, sean hombres o mujeres, el malestar de los dirigentes queda patente. Para los directivos del Huila, lo que debió ser un motivo de orgullo, la hora de “cobrar” ante la prensa su apoyo al equipo, resultó en todo lo contrario.

Las jugadoras exigen salario, prestaciones y en general pagos dignos. Todas peticiones válidas. Sentar en la palestra pública a quienes debían pagarles esos dineros no parece la mejor estrategia. Arrinconar al contradictor sin ofrecerle una salida no es la mejor manera de lograr los objetivos. Los directivos, machistas o no, necesitan dinero. La estrategia debió centrarse en buscar o proponer un (o unos) patrocinador(es). Hacerles entender a estos el problema. Mostrarles la solidaridad que las futbolistas podían generar entre la sociedad colombiana, como se ha observado durante estos días pues tanto la prensa como las redes sociales muestran esa solidaridad. ¿Quién hoy día no se siente identificado con las solicitudes de las jugadoras? Fue un patrocinador (Iberdrola) el que cambió el fútbol femenino en España, hoy día viviendo un boom que sólo la enemistad personal del presidente de la Federación Española y la Liga pueden frenar. En la práctica el problema del fútbol femenino, lo relacionado con el ámbito deportivo, es el mismo del de varones: dinero.

El fútbol, cabe recordar, es un espectáculo privado. Salvo contadas excepciones como sucedió en Argentina donde Cristina Kirchner, entonces presidente del país, nacionalizó la transmisión de televisión, los entes gubernamentales tienen poco poder de decisión en los temas trascendentales. No parece la mejor opción que sea el gobierno el que financie directamente un torneo profesional femenino. Sería una solución de corto plazo, nada estructural. El gobierno, si podría, en cambio, ser facilitador de interesantes negociaciones en busca de patrocinadores.

La intermediación gubernamental puede ser actualmente la mejor salida porque, dada la estrategia que siguieron, ¿hay hoy día empresarios que estén interesados en meterse a un negocio donde corren el riesgo de terminar como los malos de la película? El linchamiento en redes sociales no es la mejor estrategia para lograr los objetivos porque los éxitos de corto plazo pueden llegar acompañados de derrotas en el largo plazo. Otros pensarán, no sin razón, que si no es con el escándalo mediático, no estarían en posición de negociar. Quizás sea así. En ese caso, pensaría yo que los culpables somos todos que no apoyamos las causas justas hasta que sus protagonistas están hundidos.

Desde un punto de vista deportivo, Colombia necesita un torneo femenino estructurado a mediano y largo plazo. Ir más allá de los torneos semestrales organizados en marzo. No lo necesita para organizar un supuesto mundial femenino en 2023. Estados Unidos organizó el Mundial masculino en 1994 sin torneo doméstico. Lo necesita porque es un deporte de alto crecimiento en el mundo, en el cual el país tiene un potencial importante y sería un error no explotarlo.

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