El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Barras bravas; Violencia en el fútbol; Ultras; Hooligans

Anunció hace poco la alcaldía de Bogotá que barras bravas de Millonarios, tras años de veto, podrían volver a la tribuna norte de El Campín. A ello se suma la autorización para que barras bravas visitante se ubiquen en oriental. No deja de ser curioso que sean las autoridades y no los clubes quienes promueven la presencia de los hinchas más radicales en el estadio. La historia reciente del fútbol se centra en acabar las barras bravas, no en fomentarlas.

La lucha contra los hooligans, como se denominan en Inglaterra, los ultras, como les dicen en España, ha sido de décadas. Aun así, el peligro de lo que representan sigue latente. Sus odios y alianzas conducen a enfrentamientos sin sentido. En Italia hace poco más de un mes, producto de enemistades de más de treinta años, y fallos recientes de coordinación policial, hubo grandes enfrentamientos entre hinchas de la Roma y del Napoli. Lo curioso del caso, es que días después, las barras bravas del Estrella Roja de Belgrado (que visitaban Italia acompañando al equipo de baloncesto), se enzarzaron con los capitalinos porque están “hermanados” con los napolitanos. Preocupa ahora en Grecia los próximos enfrentamientos entre el Panathinaikos y los serbios porque los atenienses están “hermanados” con las barras de la Roma.

En Colombia, mientras tanto, Millonarios y Medellín viajaron a Ecuador a jugar Copa Libertadores, al tiempo que Junior visitaba Pasto. Allí hubo enfrentamientos, menores cierto, pero inquietantes porque unos van, otros llegan, el color de la camiseta difiere. En Ecuador, bogotanos y paisas se alcanzaron a cruzar, afortunadamente sin ir más allá de airear cuchillos y mostrar su valentía insultando al hincha rival desde la distancia. Mientras tanto, la “Muerte Blanca”, la barra de Liga de Quito protestaba porque prestaban el estadio de su equipo para que jugara la U. Católica contra el azul bogotano. No pasó del susto, pero los días previos se temió lo peor.

Equipos como Barcelona o Liverpool lucharon durante años para acabar con sus barras más radicales. Los Boixos Nois catalanes se acabaron el día que las directivas dejaron de apoyarlos, retirando entre otras cosas, los cuartos donde guardaban sus trapos en el Camp Nou. Hoy están prácticamente erradicados del estadio, pero aún protagonizan actos violentos en otros escenarios.

The Kop, la legendaria barra del Liverpool, además de banderas y cánticos, fueron protagonistas de algunos de las grandes tragedias que enlutaron a los rojos en el último cuarto del S. XX. En 1994 se acabaron, prácticamente de un día para otro. La regulación que se implementó para acabar con la violencia en los estadios ingleses los obligó a sentarse, y de pasó redujo en la mitad la capacidad de la tribuna. Aunque aún ven partidos de pie, no son lo que fueron, llevando a un fútbol más pacífico.

El fútbol, se ha demostrado, es mucho más grande que las barras bravas. Las barras, una bendición, las bravas, ¿qué necesidad tienen las autoridades de revivirlas?

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