El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Fútbol; Catar 2022; Mundial de Fútbol

Estados Unidos disputó en Italia 1990 un mundial por primera vez desde 1950. En una entrevista, le preguntaron al presidente de la Federación de Fútbol de ese país por las expectativas. Su respuesta sorprendió al periodista que escribió: “con mentalidad fast food afirma que a Italia vienen a aprender. Esperan ganar el mundial en Estados Unidos 1994”. También en aquella época, Pelé pronosticaba en breve un triunfo africano en el mundial de fútbol.

Descartando a Estados Unidos, 1930, un equipo plagado de británicos, sólo un país no europeo o sudamericano ha disputado las semifinales. Fue Corea del Sur en 2002, en su mundial, y tras arbitrajes escandalosos ante Italia y España.

Hace 100 años, Andrew Carnegie, multimillonario él, promovía con su fortuna la globalización argumentando que se podría alcanzar una paz global si lograba integrarse un sistema de creencias. En el fútbol, la globalización comienza con la Sentencia Bosman en 1995. En el marco de la Unión Europea, la libre movilidad es un derecho, y la vinculación laboral depende de los contratos firmados. Adiós a aquella práctica de vetar jugadores aun estando sin contrato. Así que, buscando antepasados reales y ficticios, el fútbol europeo se convirtió en el centro del mundo futbolístico. Los mejores del planeta llegan a Europa.

De África, Asia y América viajan jugadores de todas las edades en busca del sueño del pibe. La ilusión de un joven que despunta en Colombia es ir a Europa. Historia calcada a cualquier país de la periferia. Ateniendo a los preceptos de Carnegie, este proceso de integración debía llevar, no a una paz global, pero sí a una distribución equitativa del talento por el mundo vía el flujo de futbolistas entre el centro y la periferia. Esto no se ha visto.

Contrario a lo esperado, el proceso de globalización en el fútbol fomentó un proceso de concentración de talento nunca visto. Los realmente buenos juegan en cuatro o cinco ligas. No hay cupo suficiente para poner a todos titulares. Así que muchos futbolistas que antaño serían titulares eternos en cualquier equipo terminan deambulando en Catar a cambio del sueldo que ganaban siendo suplentes en la meca del fútbol.

El fútbol es de los futbolistas, pero el éxito está en toda la estructura que lo acompaña. En la periferia poco o nada se ha trabajado en la organización que debe haber detrás de las grandes selecciones. Eso no se globalizó. Los dirigentes son turistas privilegiados, con ingentes ingresos, que no entienden que Alemania, Francia o Inglaterra han tenido que ajustar sus bases para gozar del éxito en el campo.

No sorprende que ningún africano, asiático o sudamericano logré triunfar en un mundial. La globalización no logró difuminar el talento, lo concentró. Además, mientras repartía millones, fracasó en difundir la capacidad de gerencia. El resultado es un mundial de 32 equipos cuyo sorteo dejó ocho grupos desabridos. Con 48 equipos, la primera fase será un bostezo. La globalización tiene límites.

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