El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

Tags: Demanda Selección de Estados Unidos; Fútbol Femenino

Pocas actividades deportivas fueron tan castigadas en el Siglo XX como el fútbol femenino. Amparados en la defensa de los delicados órganos femeninos, Brasil prohibió el fútbol femenino entre 1941 y 1971. Antes, en 1921, Inglaterra había vetado el uso de cualquier estadio afiliado a la FA. Veto que no se levantó hasta 1971. No fueron, por supuesto, casos aislados.

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Décadas de prohibición explica porque el nivel del fútbol femenino hoy es en promedio inferior al de los hombres. Pero tras casi 30 años de impulso, las mujeres hoy juegan un fútbol que está a años luz del que se practicaba a finales de los ochenta. Y sigue en alza. Así, la victoria de EE.UU. sobre Japón en la final del Mundial Femenino de Fútbol de 2015 es a la fecha el partido de fútbol más visto en la televisión de EE.UU.

El éxito no llena la billetera de las jugadoras. El mes pasado 5 jugadoras instauraron una demanda contra la Federación de Fútbol de EE.UU. exigiendo igual paga que los hombres. Las diferencias son notorias. Las mujeres cobran US$3.500 dólares fijos por partido amistoso más US$1.350 si ganan. Los hombres tienen un fijo de US$5.000 más US$8.166 por victoria. Las mujeres cobran su salario (US$72.000) directamente de la Federación. A esto se suma los US$54.000 que ingresan por jugar en la liga de EEUU. Los hombres, por el contrario, cobran el salario, muchos millonarios, de sus clubes. Los hombres tienen un fijo por jugar amistosos con la selección (US$100.000) que supera el salario base de las mujeres. Si ganan, las diferencias se ensanchan.

Los premios también son diferenciales. Las mujeres por ser Campeonas del Mundo se repartieron  un premio de US$2 millones. El equipo masculino,  eliminado en octavos en Brasil 2014, recibió US$9 millones.

Igual trabajo, igual paga. El principio es razonable. Pero Messi cobra más que Robayo a pesar de que ambos realizan el mismo trabajo de patear un balón. Su trabajo no es homogéneo. En el caso que nos atañe, las mujeres son, en términos relativos, cualitativamente superiores a los hombres, luego deberían cobrar más. Pero el costo de oportunidad de los hombres es más alto. Es decir,asistir a un partido contra Haití implica un mayor sacrifico para un jugador que está en la Premier League que para una jugadora que juega la liga local y además es empleada directa de la federación. El honor de jugar con la selección es cosa del pasado.

Los hombres lucharon duramente durante décadas para ser reconocidos como trabajadores con derechos. Eusebio y Pelé no pudieron salir de Portugal y Brasil respectivamente porque fueron considerados patrimonio nacional. Muchos jugadores vieron terminadas sus carreras porque se negaron a aceptar las condiciones de sus clubes. Algunos eran, en la práctica, prisioneros del club. Como dice Howard, el arquero de la selección, en su mensaje de apoyo: “las mujeres deben luchar por sus derechos”. Es un camino que el género masculino recorrió muchos años atrás, cuando a ellas aún se les prohibía jugar en muchos países. Hoy es el turno de ellas. Su actitud, sin embargo, debería ser más moderna. No es igualdad con los hombres lo que soporta su exigencia de obtener retornos mayores. Es su desempeño en el campo lo que sustenta su petición. Pero los ingresos actuales de ellas están sustentados en un acuerdo colectivo que en su momento firmaron y que vence en 2016. La demanda, por tanto, ha sido acusada de ser espectáculo mediático. ¿Por qué  demandar, si el convenio colectivo estaba a la vuelta de la esquina?

A las jugadoras se les debe incrementar sus ingresos porque el equipo femenino de EE.UU. es más rentable que el masculino. El costo de oportunidad de ellos, seguramente impedirá (por ahora) igualar los ingresos. Pero la brecha debe reducirse.

golyfutbol
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