Tags: Cristiano Ronaldo; Elton Martins; Garrincha; Kerlon; Mazurkiewicz; Medellín; Panenka; Pelé; René Higuita; Ronaldinho; Sepp Maier
El pasado fin de semana, un jugador del Deportivo Independientemente Medellín recibió en el tiempo añadido un cruce del balón con el pecho. El posterior rebote del balón no lo controló con la cabeza, el muslo o el pie; lo controló con la nuca. Su equipo ganaba. Era local, así que la afición vibró. Pero lo jugadores del Cali, el rival, se vinieron encima a agredirlo por haber ofendido cierto ‘código’ surgido de las tinieblas más oscuras y mediocres del fútbol.
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Jugadas como esa son un aire fresco que deberían celebrarse. En el caso del fútbol profesional colombiano, donde la calidad técnica brilla por su ausencia, dicha celebración tendría que ser doble. Sin embargo, ciertos sectores de la prensa y muchos hinchas hablan de códigos que se rompieron. Se habla de irrespeto al rival.
No es por supuesto el único caso. A Cristiano Ronaldo le pasó en un partido frente al Atlético de Madrid. Una espaldinha fue recibida con insultos por parte de los jugadores colchoneros. Ronaldinho, el jugador con más carisma en lo que va del S. XXI la hacía también pero a él, por supuesto, nadie le reprochó nada. En Brasil, en cambio, ofendía la foquinha de Kerlon.
El fútbol, tristemente, se ha ido sumiendo en ese aburrido concepto de ‘políticamente correcto’. Hablan de códigos. Pero olvidan que si el fútbol está en la cima del deporte es gracias al espectáculo que ofrecieron aquellos que violaron el tal código.
Omar Orestes Corbatta dicen que en un partido contra Chile regateó al defensa y al portero. En lugar de entrar con el balón y marcar el gol, optó por devolverse, regatear de nuevo al portero para finalmente, entre el portero y dos defensas marcar el gol. Garrincha se paraba, amagaba una, dos, tres, diez veces. Se estaba construyendo el fútbol espectáculo. Pelé la rompió en plena semifinal del mundial del ’70 regateando a Mazurkiewicz sin tocar el balón.
Si de romper los códigos se trata, no puede quedar por fuera Higuita, quien en Wembley se marcó una de las jugadas del siglo XX: el escorpión. The Master of the Unpredictable, el ‘Maestro de lo Impredecible’ dice la narración del comentarista inglés.
Panenka, el checo también decidió romper el tal código y humilló a Sepp Maier, campeón del mundo, en plena final de la Eurocopa de 1976. Su genialidad, su irresponsabilidad, dio pie a una nueva forma de patear los penales.
Es cierto, el bueno de Elton Martins, que así se llama el jugador del DIM, no es Garrincha, ni Pelé, ni siquiera debe ser un Panenka. Pero los jugadores del Cali tampoco son un Sepp Maier, un Mazurkiewicz o miembros de la flemática selección inglesa.
El fútbol es espectáculo y hay que defenderlo. Yo celebro la jugada. El árbitro debió amonestar al jugador del Cali por intento de agresión. El jugador diferente es quien hace que el aficionado al fútbol se interese por esos torneos marginales aún cuando no juegue su equipo favorito. A mi, debo decir, ahora me causa curiosidad cuál será el nivel real de Martins. Sólo por verlo a él, analizarlo, comprobar si fue suerte o no, me sentaré a ver el próximo partido del Medellín. El espectáculo crea demanda. Lo felicito señor Martins.