
Tags: Millonarios; Unión Magdalena; Dimayor
La rivalidad entre el Unión Magdalena y Millonarios es esencialmente nula. Ayer, hoy y mañana, para unos es enfrentar al poderoso equipo de la capital, para el otro, es jugar ante un equipo del Caribe que no es el Junior. Lo anterior no fue obstáculo para que unos terroristas urbanos atacaran a un grupo de civiles desarmados que iban a trabajar y a brindar un espectáculo que la gran mayoría disfrutamos en paz. Lo sucedido en la primera jornada de la temporada en 2025 tiene que acabarse.
Apedrear el bus de Millonarios debe tener consecuencias para sentar un precedente que deje claro a todos los equipos y sus hinchadas que la violencia es inaceptable. El Unión Magdalena se lavó las manos. De cuatro frases que contiene el comunicado emitido en 𝕏, en dos de ellas insiste que “el incidente con el jugador de Millonarios” no fue en el estadio. Ese jugador tiene nombre, tiene familia, y no tiene por qué terminar en el hospital por ir a jugar un partido de fútbol.
El caso más famoso, por supuesto, es lo ocurrido durante la final de River – Boca en 2018. En ese caso terminó pagando un tal Matías Firpo, condenado a algo más de dos años en prisión, pero quien en la práctica apenas tuvo que cumplir con 180 días de trabajo comunitario. Al Monumental de Núñez, eso sí, no pudo volver a entrar. En América Latina somos laxos, la ley no nos protege como debe. En Europa la cosa es a otro precio.
En 2017, en cuartos de final de la Champions League, el bus del Borussia Dortmund fue atacado con explosivos. Marc Bartra, central del equipo alemán, resultó lesionado. El atacante fue arrestado, acusado de 28 intentos de asesinato, y condenado a 18 años de prisión. En 2021, los hinchas del Lyon atacaron el bus del Marsella, con el resultado de un futbolista herido y el resultado de un hincha sentenciado a 18 meses de prisión. Al Lyon le restaron un punto de la clasificación, lo obligaron a jugar dos partidos sin público, una multa de €50,000 y el partido se terminó jugando en una cancha neutra.
Atacar a gente indefensa con el ánimo exclusivo de hacer daño es terrorismo. El Unión Magdalena, la mayoría de sus hinchas, sus dirigentes, seguramente nada tienen que ver con los criminales que atacaron el bus. Pero sin sanciones que duelan a la institución, no entenderemos que el terrorismo es condenable en todas sus formas.
El partido no debe jugarse en Santa Marta, el estadio debe ser sancionado con partidos sin público. Más importante, hay que individualizar a los criminales. Buscarlos, saber sus nombres y apellidos para que nunca vuelvan a entrar al fútbol, y cumplan la correspondiente sanción penal.
¿No pueden identificarlos? El bus del equipo visitante debería ir acompañado con un dron grabando la ruta. Pueden poner una (o varias) cámaras dentro del bus. La tecnología ya no es una limitación. Si la identificación es la ruta para que el club local sea exonerado de sanciones, los incentivos deben crearse para que se diseñe un esquema de vigilancia al tiempo que se reducen las posibilidades de que los violentos no sean identificados.