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Creer que Argentina y Brasil representarán eternamente al resto de Conmebol es esconder el fracaso futbolístico de esa otra Sudamérica. El posible éxito de Argentina y Brasil en Catar no debe esconder que una vez más, la otra Sudamérica, incluyendo a Uruguay, ha fracasado. Es hora de estudiar, reconocer, diagnosticar e implementar un plan a cuatro y ocho años que nos saque del ostracismo futbolístico.
El problema no es que Perú perdiera el repechaje con Australia, o que Ecuador y Uruguay fueran eliminados en primera ronda. Lo que frustra es la manera de perder, la incapacidad de replicar lo que otros sí pueden. Ecuador jugó tremendo partido ante Catar. Debió golear. Después superó futbolísticamente a Holanda, pero el susto de ver que estaba superando a una de las potencias europeas le pudo. No remató y pagó sus miedos ante Senegal.
Uruguay terminó llorando un supuesto penal. Quizás el primero pudo ser, dudoso y se podía pitar para cualquier lado. El segundo no fue. Sucedió en ese grupo que el entrenador uruguayo, quien demostró no ser el heredero del maestro Tabárez, arrancó timorato ante Corea del Sur, perdió contra el europeo de turno, y le quedó faltando ante Ghana. Corea, eso sí, plantó cara al europeo, y derrotó a Portugal.
Uruguay, pasada su época dorada, ha sido dos veces semifinalista. En 1970 al único europeo que derrotó fue a la URSS en un gol de último minuto que habría que revisar con VAR. En 2010, a ninguno, ni siquiera a una Francia en implosión. Perdió los dos partidos finales que jugó contra rivales del viejo continente.
La realidad es que los “demás” suramericanos vemos al fútbol europeo como una barrera infranqueable. Es triste ver que en este mundial Japón derrota a Alemania y a España, Corea supera a Portugal, Túnez vence a Francia, y Marruecos empata con Croacia, gana a Bélgica y elimina a España en octavos de final. Los nuestros no pueden.
Los resultados de los equipos de esa otra Sudamérica son tan pobres que nunca, salvo Uruguay en blanco y negro, han logrado derrotar a los gigantes de la región. Argentina y Brasil “saben” que enfrentarse a un Chile, Colombia o Paraguay es sinónimo de éxito. Las grandes generaciones nunca llegan a semifinales con la honrosa excepción uruguaya de 1970 y 2010 (cuando derrotó en octavos a Corea del Sur y en cuartos a Ghana – en penales –) y Chile en su mundial de 1962.
Es hora de abandonar ese discurso de que las eliminatorias más difíciles son las suramericanas, Hay que aceptar que nuestro fútbol viene decayendo hace ya décadas. Hay que reconocer que nos falta mentalidad ganadora capaz de enfrentar a las grandes potencias económicas (que no necesariamente futbolísticas) de Europa. Hay que entender que preparamos mal a nuestros entrenadores.
Es hora de revisar, estudiar y diagnosticar nuestros problemas. La solución pasa porque los dirigentes acepten que estamos fracasando, y que se necesita otra visión diferente a la que vienen ofreciendo. El potencial hay que desarrollarlo.