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Hasta el Mundial del 2002, Sur América orgullosa se alternaba el título con Europa. En Catar 2022 serán al menos 20 años sin un título. Era el guion de una historia que Sur América ya no protagoniza. La historia del fútbol.
Primero fueron los clubes. Desde el año 2005, cuando la FIFA se apropió definitivamente de la Copa Intercontinental, Sur América únicamente pudo alzar victoriosa la copa en tres ocasiones, incluyendo las dos primeras. Así que desde 2007 sólo el Corinthians en 2012 pudo derrotar al campeón europeo. Más triste aún. Desde que en 2009 el Estudiantes de la Plata le marcó un gol al Barcelona, ningún campeón suramericano ha podido marcarle un gol a su homólogo europeo. En 10 finales disputadas, apenas tres pírricos goles han podido anotar los delanteros sudamericanos. En tres ocasiones el campeón de la Copa Libertadores ni siquiera clasificó a la final. Y en una de ellas, en 2016, el Kashima japonés le marcó dos goles al todopoderoso Real Madrid y los llevó a la prórroga. Hizo más que lo que han hecho en más de un lustro nuestros históricos clubes.
Nos negamos a ver lo que tenemos frente a nuestros ojos. El ambiente, el huevo, el humo, la pasión son nuestras expresiones de superioridad. ¿El balón? Ha pasado a ser un tema marginal. La excusa es demasiado fácil. Somos pobres, ellos ricos. Se llevan a los mejores muy jóvenes.
Afortunadamente los mejores vienen y juegan las eliminatorias. Sacamos pecho. Las eliminatorias de la Conmebol son las más difíciles del mundo. Nuevamente. Ambiente, huevo, humo, pasión. ¿Fútbol? El justo. La excusa ahora es que hay poco tiempo para trabajar. Todos vienen de afuera.
Llegan los mundiales. Sur América se enorgullece de su fútbol. Hemos ganado mucho. Pero los victoriosos siempre fueron los mismos. En blanco y negro Uruguay, después Brasil y Argentina. De los demás, únicamente Chile en 1962 accedió a unas semifinales. La excusa ahora es que Alemania, Italia o Francia son muy grandes. Nadie menciona, por ejemplo, a Suecia ’58 o ‘94, Bélgica ’86 o ‘18, Checoslovaquia ’62, Portugal ’66 o ’06, Polonia ’74 u ‘82, Bulgaria ’94, Croacia ’98 o Turquía ’02. Todos equipos que alcanzaron las semifinales o final de un Mundial. Prefieren ignorar que las potencias Holanda y Francia también reclutan a sus futbolistas del exterior. Como Bélgica o Croacia en 2018.
Nuestro fútbol de selecciones lucha, nadie lo duda. Por eso regresan entre vítores los colombianos. Se botan lágrimas por un gol peruano. Los uruguayos destacan su escasez sin saber, quizás, que en Croacia también son muy poquitos. Y allá eligen el balón. Argentina es incapaz de articular en 10 años una mínima estructura para rodear a un genio. Brasil triunfa en Sur América y piensa en el título. No entiende que es el mejor de un club decadente.
Una vez es casualidad. Van cuatro mundiales. Es sistemático. Hay que repensar la institucionalidad de nuestro fútbol. Ir más allá de quienes están. Preguntar, investigar, entender, concluir y ejecutar. Sólo así volveremos a escribir historia.