El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Francia 1938; Breslau-Elf; Eliminación de Alemania; Sepp Herberger; Rusia

La historia dirá que Alemania fue eliminada en primera ronda del Mundial 2018 simplemente por el mal fútbol que practicaron. Es apenas la segunda vez que la selección teutona sale de un mundial tan rápido. La primera vez fue hace 80 años, en Francia 1938, ad portas de la Segunda Guerra Mundial. La política y la guerra tuvieron un papel central en la eliminación germana.

La historia de la eliminación alemana de 1938 comienza con el ascenso del partido Nazi al poder en 1933. Tras una serie de carambolas y movimientos históricos, con repercusiones devastadoras para el mundo entero, Hitler tomó el mando del estado alemán en enero de ese año. Llama la atención que las circunstancias del ascenso increíblemente se repiten, con diferentes matices, una y otra vez por la geografía del planeta facilitando el ascenso de líderes “demócratas” que terminan en dictadores de mayor o menor brutalidad.

Pero centrados en el fútbol, vale anotar que para Hitler este no era el deporte de su predilección. Oficialmente asistió a un único partido: el Noruega – Alemania de segunda ronda de los olímpicos de 1936 en Berlín. La insistencia de los líderes nazis para que el Führer asistiera no fue correspondida en el campo por la selección nacional que cayó derrotada 0-2. Las teorías de conspiración, sin embargo, dicen que Hitler sí fue a otro partido. Esa es historia para otro día.

La consecuencia de la derrota, además de ser la segunda humillación deportiva para Hitler tras el reciente triunfo de Jesse Owen, fue el ascenso de Sepp Herberger a formar parte de la dirección de la selección, si bien aún no en propiedad. El “Zorro” Herberger, el mismo que 18 años después derrotaría a la imbatible Hungría en el denominado Milagro de Berna.

El año de 1937 comenzó con buenos resultados y un estilo más “escoces”, opuesto al “inglés”. Es decir, más de toque que de pelotazo. El estilo triunfó en mayo de 1937 en la ciudad de Breslau, entonces en Alemania, hoy Breslavia en Polonia. Allí comenzó la andadura de una de las selecciones alemanas más queridas de todos los tiempos, la Breslau-Elf, el once de Breslau. El fútbol de toque, elegante, derrotó a Dinamarca, entonces una reconocida potencia, por 8-0. Las crónicas transmitieron su superioridad afirmando que ese equipo alemán era superior a Checoslovaquia y la mismísima Inglaterra. Sólo los escoceses parecían rivales. Permanecerían invictos durante ese glorioso 1937.

Pero en marzo de 1938 llegó el Anschluss, la anexión de Austria a Alemania. Si bien Hitler llegó entre vítores a Viena, la rivalidad entre austriacos y alemanes era total. En el partido por el tercer puesto del mundial de Italia 1934 ambos equipos se negaron a jugar con un uniforme que no fuera el suyo: camisa blanca, pantalón negro. No fue hasta que marcó el alemán Lehner el 1-0, y ante la evidente confusión, que el árbitro obligó a los alemanes a cambiarse a rojo.

Aunque a Francia 1938 habían clasificado austriacos y alemanes las órdenes del Führer dictaron que sólo competiría una Alemania unida. Herberger, ya técnico en propiedad, debía utilizar 5 austriacos y 6 alemanes, o 6 alemanes y 5 austriacos. En el mundial, que era desde la primera ronda de eliminación directa, Alemania debió enfrentarse a Suiza.

Antes del Mundial, Alemania había enfrentado y perdido con Inglaterra en Berlín, todavía en exceso orgullosa como para asistir a un Mundial. Pero esa selección inglesa perdió días después ante Suiza. La misma Suiza que debía enfrentar la dividida Alemania y que de la mano de Karl Rappan jugaba con el famoso candado suizo, entre los primeros sistemas en contar con un líbero.

Con 5 austriacos y 6 alemanes que no se soportaban entre sí, Alemania y Suiza empataron a uno. En la repetición, obligada por la ausencia de penales, Herberger realizó cambios siempre manteniendo la relación de 5:6. Fue inútil. Suiza derrotó 4-2 a Alemania y la eliminó por primera y única vez en primera ronda de los mundiales. Única ya no. La historia se reescribe en el verano ruso de 2018.

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