El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Eliminación Estados Unidos Rusia 2018; Eliminatorias; Irlanda del Norte vs Italia 1957; Irlanda del Norte vs Italia 1958; Mundial 1930; Mundial 1950; Mundial 1958; Mundial 1962

Participar en un mundial es sencillo. Simplemente hay que inscribirse. Jugar la fase final del torneo es otra cosa. La ilusión de la mayoría queda por el camino durante las emocionantes y tensas eliminatorias.  Sólo dos países han jugado todos los mundiales en los que se han inscrito: Brasil y Alemania. Brasil, nos lo enseñan desde que somos niños, ha jugado todos los veinte mundiales. Alemania no participó ni en el primer mundial, el de Uruguay en 1930, ni tampoco en el de Brasil en 1950.

En 1930 la federación alemana declinó la invitación para cruzar el Atlántico porque era inmoral que su selección compartiera cancha con equipos que tenían profesionales en su formación. En 1950 la decisión fue de otros. Terminada la Segunda Guerra Mundial, Alemania no fue aceptada como miembro de la FIFA hasta septiembre de 1950. El mundial arrancó en junio.

Italia ha participado en el mismo número de fases finales que Alemania. En 1930, ya con el fascismo en el poder, Italia no participó habiéndose postulado para organizar el primer mundial de la historia. Rumbo a Suecia 1958, la historia fue muy distinta. En enero de ese año la selección italiana viajó a Irlanda del Norte con la misión de empatar para apuntalar el primero puesto del grupo, y la consecuente clasificación.

El partido originalmente estaba programado para diciembre de 1957. Pero la neblina en Londres impidió que los árbitros húngaros designados para el partido pudiesen llegar a Belfast. El partido sin embargo sí se disputó. Tuvo eso sí carácter amistoso y un árbitro norirlandés, aunque algunas versiones dicen que los jugadores italianos no se enteraron que no era válido por eliminatorias hasta la mitad del encuentro. Amistoso o no, los italianos sufrieron las iras del público que además de silbar el himno, agredió desde las gradas a varios jugadores transalpinos. En el campo el carácter amistoso también brillo por su ausencia. El peor librado fue Rino Ferrario, mediocampista de la Juventus, quien fue retirado inconsciente del campo. Italia empató aquel encuentro. En la revancha, que no se jugó hasta mediados de enero del ‘58, no tuvieron tanta suerte. El 2-1 final, en un partido de trámite normal, clasificó a Irlanda del Norte al mundial.

Eliminada del mundial algunos culparon a los oriundi del fracaso. Desde los años 30 Italia había permitido  y alentado la presencia de extranjeros de origen italiano en sus equipos y en la selección en particular. Tras el decisivo partido ante Irlanda, en el que por cierto participaron Schiaffino y Ghiggia, autores de los dos goles con el que Uruguay firmó el Maracanazo en 1950, La Stampa de Turín escribió que “el estado de la tierra ha traicionado a los cuatro oriundi del ataque”. El terreno de juego, pareciera, no perjudicaba a los demás. Poco a poco las voces en contra de los extranjeros en la selección se hicieron más fuertes. Tras el fracaso en el Mundial de Chile en 1962, la selección cerró por completo sus puertas a los jugadores extranjeros.

Argentina, es tras Brasil, Alemania e Italia el equipo con mayor número de participaciones. Clasificado in extremis a Rusia 2018 de la mano de Lionel Messi, genio incomprendido en su tierra, Argentina participa consecutivamente en los mundiales desde 1974. En 1969, la maravillosa selección peruana liderada por Teófilo Cubillas, eliminó en la Bombonera a la albiceleste. La paradoja fue que el fracaso de la selección llegó cuando Argentina dominaba el fútbol continental a nivel de clubes. El impacto sobre la selección argentina fue tan fuerte que sólo con la llegada de Menotti rumbo al Mundial de 1978 no se logró la estabilidad necesaria para por fin poner a Argentina en la cabeza del fútbol mundial.

México, España, Inglaterra, Francia, Holanda y Uruguay son otros participantes habituales que en más de una ocasión han quedado eliminados. El fracaso ha llevado a cuestionarse el uso de jugadores nacionalizados (España), volver a los entrenadores de toda la vida (Tabarez, Uruguay), replantearse la estructura de la cantera o de la misma selección (Francia, Holanda),  o contratar entrenadores extranjeros (Inglaterra).

La historia nos enseña que la eliminación de una selección habitual lleva a replantearse las causas futbolísticas que han llevado al fracaso. Éstas pueden ser administrativas o deportivas. En ocasiones incluso sociales.

El éxito o fracaso de las medidas sólo el tiempo lo certifica. Tras el fracaso de Bélgica en la Eurocopa de Naciones del 2000, la federación diseñó un programa Visión 2000 que cambió el fútbol base basado en el juego en campo reducido para mejorar la técnica y la inteligencia en el juego. Holanda, por la misma época, decidió orientar el trabajo hacia la táctica y la infraestructura. Hoy Bélgica se prepara para su decimotercera participación en mundiales, mientras que Holanda llora la eliminación de Rusia 2018. Uno acertó, el otro se equivocó.

La eliminación de Estados Unidos para Rusia 2018 ha dado pie a múltiples interpretaciones. ¿Cómo un país con millones de practicantes y miles de millones de dólares invertidos en su liga pudo quedar eliminado por la diminuta Panamá tras perder contra la minúscula Trinidad y Tobago? Uno de los argumentos más curiosos que ha florecido en el debate estadounidense es que el fútbol allí es para niños ricos. Jugar al fútbol en los Estados Unidos en una liga es, argumentan, muy costoso.  Esto es un problema porque el fútbol necesita incorporar a las minorías, inmigrantes y negros, para dar el salto cualitativo que necesitan. La selección, se concluye, debería estar integrada desproporcionadamente por minorías. Estas sugerencias, eso sí, no parecen haber sido consultadas con el actual inquilino de la Casa Blanca.

En ocasiones algunos olvidan que el fútbol es simplemente un deporte. Y como tal, ganar y perder es parte del mismo. La eliminación del Mundial de Fútbol, el certamen deportivo más importante del planeta, conlleva evidentes pérdidas económicas. La audiencia del torneo suele estar fuertemente correlacionada con los partidos de la selección local. Se van a vender menos camisetas, menos cervezas y alguna empresa incluso puede quedar con fuertes deudas. Pero económicamente hablando, ni clasificar impulsa el crecimiento de un país de manera significativa, ni quedar por fuera lo disminuye. La tristeza, eso sí, queda ahí. Por un par de años. Hasta que la nueva ronda de eliminatorias comienza y las ilusiones se disparan nuevamente. El ciclo es continuo.

Claro que Italia aún no ha clasificado a Rusia 2018. Su eliminación sí sería sorpresa.

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