Tags: Barras Bravas; Barrismo; Fútbol y resocialización
Columnistas Invitados:
David Camilo Bonilla
Ana María Syro
(Trabajo para el Curso Fútbol, Economía y Sociedad – Universidad de Los Andes – Bogotá)
El barrismo, es y será un tema que inquieta, no solo a sus expectantes, sino además a aquellas personas que están en deuda de crear políticas públicas sólidas en el área del deporte. Así, por esa ausencia de estado en este campo, iniciativas como el barrismo social, ha nacido como respuesta a una realidad social que se refugia en las tribunas populares de los estadios del país. En el caso bogotano, podemos observar proyectos como talleres de costura por parte de la Fundación Juan Manuel Triana y la construcción de proyectos sociales lideradas tanto por las barras de Santa Fe como de Millonarios.
La historia oral guarda en sí una gran cualidad: en ella, se pueden observar distintas versiones de hechos que enmarcan la vida cotidiana y que son recopilados a lo largo de los años. Analizando, por ejemplo, la historia de vida de una persona en concreto como lo será el caso de David Camilo Bonilla, nos toparemos con elementos interesantes y es la voz de muchos que, en su misma cotidianidad, podrían relatar la perspectiva o la visión que se tenía de él en un momento determinado de su pasado y, sobre todo, de su entorno. Como lo indica Pierre Bourdieu en su obra Capital cultural, escuela y espacio social, el individuo puede hacer la descripción no sólo de su mundo, sino observar características que nos puedan permitir construir un mundo social (Bourdieu, 2011, págs. 54-57). Un ejemplo, aquellos relatos, tanto fuera como dentro del estadio, sobre prácticas culturales o sociales que vivió David Camilo mientras se identificó como barrista; la elaboración de cantos, confecciones de banderas o el simple hecho de departir con sus amigos de la misma camiseta.
A continuación, la historia completa del entrevistado:
“Comencé a ir al estadio a los 5 años. Mi primer partido fue un Santa Fe vs Bucaramanga en el que perdimos. No importó finalmente, me enamoré de los colores, del equipo y de la tradición familiar que Santa Fe representa en mi contexto. Pasaron los años, y seguí yendo al estadio. Allá, no me discriminaban por nada, solo importaba que estuviera alentando a Santa Fe. En los goles, los abrazos iban y venían con cualquier persona, independientemente de si la conocía o no. Mi primera entrada a la lateral sur, fue a los 15 años. Un amigo me invitó, y acepté porque siempre había querido entrar. Yo quería hacer parte de la fiesta, de los que cantan y saltan al lado del ruido.
Luego de eso, no volví por un par de años más, debido a una mala experiencia. En esos momentos, en la guardia estaban haciendo limpieza (sacando a los ladrones y a los drogadictos de la tribuna) y a los 15 años es fácil traumarse con imágenes de jóvenes de la misma edad consumidos por la droga, ahí me quedó una mala imágen de la barra. Finalmente fue a los 17 años, exactamente en el 2012 que volví a la guardia para quedarme. Justo coincidió con el título de Santa Fe luego de 37 años, y la percepción que tenía de lo que era barrismo me cambió radicalmente.
Ya como tal en la barra tuve la oportunidad, no solo de sentirme aceptado por un grupo de gente que poco a poco se convirtió en familia, sino también de ver cómo a partir de políticas que propusieron los líderes de la barra muchos jóvenes dejaron la droga y la delincuencia. Recuerdo que a los parches les daban boletas para el estadio si participaban en eventos sociales, y el evento que más acogida tenía era llevar mercados a barrios de bajos recursos, apoyados de fundaciones. En el 2013, la guardia comenzó a hacer salidas más grandes con tifos de plásticos pintados. Estas iniciativas ayudaban a que los más pequeños (14-16 años) que no tenían acceso a educación, o a mercados, no pasaran el tiempo en la calle.
En el 2016 por motivos personales y académicos tuve que dejar de ir al estadio, por lo que me retiré de la barra. Sin embargo, el haber pertenecido a esta, me enseñó a ser parte de una comunidad y a participar en ella. Además de esto, me dejó una sensación de que el barrismo social va por buen camino. Son muchos los jóvenes que hoy en día asisten a la barra sin fines violentos, ni de vicios, sino porque en ella encuentran espacios de desarrollo personal, tal como en algún momento lo encontré yo. Y, considero que ese es el fin principal de lo que llamamos barrismo social, que los jóvenes se integren a la comunidad”.
Por otro lado, podemos observar en fundaciones que están dedicadas al barrismo social, tales como la Fundación Juan Manuel Triana, un lugar donde todo el fanatismo y el amor por un escudo y una camiseta, se está direccionando a la resocialización de muchos jóvenes. Esta fundación, por medio de acuerdos con las diversas alcaldías locales e instituciones como el SENA, han ayudado a crear espacios donde jóvenes, adultos y niños han podido explotar su potencial artístico. Clases de confección de banderas, pintura de murales, hasta acompañamiento psicológico y charlas en contra de la violencia y la drogadicción, hacen parte de este proyecto liderado por una madre cabeza de familia que perdió a su hijo en un accidente de tránsito. Su hijo, apodado como “corti”, era un auténtico líder dentro de los llamados “Comandos Azules” y estaba entregado a la causa de transformar el barrismo en algo social y cultural.
La guerra por las camisetas que se vive en nuestros estadios es algo inminente, pero más que un problema, es la consecuencia a la ausencia del estado en diversos aspectos; falta de políticas públicas[1] enfocadas al deporte, el abandono a la población en estado de drogadicción (más que abandono, es la marginalización y segregación de esta) y la falta de oportunidades debido a la misma corrupción en la escalonada política de la capital.
Como lo observamos en el texto de Aldo Panfichi, Introducción hacia una sociología del fútbol y en la tesis de grado de Claudia Arroyo, Barrismo social y colectivo barrista colombiano: Los antecedentes del diseño de una política pública, podemos entender que muchos de estos lugares de ocio y esparcimiento como lo es una cancha o un estadio, son también núcleos de problemáticas reflejo de nuestras sociedades. La falta de políticas públicas enfocadas hacia el deporte y la educación deportiva, podría ser una de las falencias que han conducido a circunstancias sociales agudas en las tribunas capitalinas como lo es la drogadicción, la deserción escolar y la delincuencia. Sin embargo, es importante resaltar que estos proyectos acerca del barrismo social, han comenzado a tener acogida, no solo en pequeñas fundaciones como en el caso de Stella Cárdenas, sino en proyectos gubernamentales y estatales. Es interesante la reflexión a la que ha llegado la autora Chicaiza luego de desarrollar su proyecto de investigación, la cual nos permite observar cómo el barrismo al servicio del tejido social y la resocialización, es casi imposible sin una participación bidireccional, barrismo-estado.
El barrismo: un llamado a gritos a las políticas públicas
De la mano de dos entrevistas, hemos podido construir un análisis que, más que aclararnos problemáticas, deja abierta una gran cantidad de preguntas sobre el qué hacer con la juventud y el deporte en la capital del país. Historias como la de David Camilo, nos muestra que las barras y el estadio son lugares perfectos para la búsqueda de una identidad y refugio dentro de una sociedad feroz de la cual a veces sentimos que no encajamos. Así, al dejar ver al lector que el barrismo como foco de violencia y drogadicción, es una causa de la negligencia de los organismos estatales y la falta de políticas públicas destinadas a la educación física, se puede invitar a ser parte de una reflexión sobre la importancia que es el deporte en sociedades con una heterogeneidad social, cultural y económica como lo es el caso de analizado en Bogotá.
Bibliografía
Bourdieu, P. (2011). Capital cultural, escuela y espacio social. México D.F: Siglo Veintiuno.
Chicaiza, C. V. (2014). Barrismo social y colectivo barrista colombiano: Los antecedentes del diseño de una política pública. Santiago de Cali: Universidad del Valle.
ELTIEMPO.COM, R. (3 de febrero de 2014). La ‘mamá’ de los barristas de Millonarios. El Tiempo, pág. 1.
Panfichi, A. (2008). Introducción: hacia una sociología del fútbol. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
[1] Un conjunto conformado por uno o varios objetivos colectivos considerados necesarios o deseables y por medios y acciones que son tratados, por lo menos parcialmente, por una institución u organización gubernamental con la finalidad de orientar el comportamiento de actores individuales o colectivos para modificar una situación percibida como insatisfactoria o problemática. ROUTH DEUBEL, André-Nöel. Políticas públicas: formulación, implementación y evaluación. Bogotá: Ediciones Aurora, 2007. pp. 27.