El fútbol hoy: analítica y visualización de datos

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Tags: Adidas; Corrupción en el fútbol; FBI; FIFA; Havelange; Horst Dassler

João Havelange murió a los 100 años. Para bien o para mal él es el responsable del fútbol hipercomercializado que hoy disfrutamos, o sufrimos, según la perspectiva desde que se mire. El mundo del fútbol cambió durante su primera cena como presidente de la FIFA. Esa noche, él y Horst Dassler, hijo de Adi Dassler, el fundador de Adidas decidieron el futuro del balón. Esa noche, parafraseando a Maradona, la pelota se comenzó a manchar.

En junio de 1974 el mundo del balón se disponía a elegir presidente de la FIFA. El inglés Stanley Rous, presidente de FIFA desde 1961, confiaba en su reelección. Su labor al frente del organismo, decía él, era todo lo que necesitaba. El candidato de la oposición era el brasileño Havelange. Un tipo aristocrático que contaba con el apoyo de los generales que por entonces gobernaban a Brasil.

Havelange proponía cambios. Rous, era el continuismo. Fueron los africanos, sin poder aparente, los que hicieron girar radicalmente el deporte rey. La petición era simple: querían mayores facilidades para clasificar a la fase final de los mundiales. Los 16 cupos disponibles se dividían entre los 9 de Europa, los 4 de Sur América y apenas tres para el resto del mundo. La petición africana era inadmisible para los europeos. En el Congreso de la UEFA celebrado meses antes, los europeos dejaron muy clara su postura. Incrementar el número de participantes en la fase final llevaría a los europeos a organizar su propio mundial invitando a algún sudamericano. La visión que le faltó a Rous, le sobraba a Havelange. Prometió un Mundial con 24 cupos. Los africanos tendrían presencia masiva en el Campeonato del Mundo.

Horst Dassler, el hombre detrás del poder, trabajaba para que todos los deportistas de élite usaran indumentaria Adidas. Dassler inicialmente apoyó a Rous, luego a ambos, pero cuando la victoria de Havelange comenzó a ser evidente, su apoyo se tornó explícito. Incluso, dicen las malas lenguas, incentivando a algunos directamente para que votasen por el brasileño. Tras dos rondas de votaciones, Havelange alcanzó el codiciado puesto: los 68 votos que obtuvo superaron con tranquilidad los 52 de Rous.

Havenlange, que nunca entregó el uniforme de la selección brasileña a Adidas, entendía y respetaba el poder y la confianza en sí mismo de Dassler. Así que su primera cena fue con Horst. Aquella famosa noche se elaboró el plan que cambiaría para siempre el panorama del fútbol mundial. El fútbol era una atracción universal, pero no generaba recursos acordes con su presencia en la vida cotidiana. Havelange entendió desde el principio que debía capitalizarse ese potencial para poder cumplir con su promesa: 24 equipos para el Mundial de 1982.

El proyecto que salió de aquella cena se resume en cuatro puntos:

• Únicamente las multinacionales más poderosas, de alcance global y bolsillo profundo, serían patrocinadores.

• Se segmentó a los patrocinadores por producto: sólo habría una bebida gaseosa, una de automóviles, una financiera, etc.

• La FIFA sería dueña total de todos los derechos comerciales del fútbol a nivel de selecciones. Los derechos de televisión, la publicidad en los estadios, el espacio mismo de los estadios serían activos que se debían comercializar.

• La FIFA no manejaría los detalles de la comercialización de sus derechos. Tales activos se entregaría a un tercero a cambio de un generoso cheque.

Dassler salió de la cena con un negocio completamente nuevo. Y más lucrativo. Su negocio ya no consistía sólo en vender ropa deportiva. Ahora mercadeaba derechos deportivos. Así que junto a Patrick Nally, inglés que había hecho ya algunos negocios mercadeando derechos deportivos, fundó la International Sports Leisure (ISL). Empresa cuya avaricia y malos manejos terminó quebrando y casi llevándose por delante a una FIFA que ya por entonces, 2001, estaba completamente entregada al manejo oscuro del dinero que recibía.

La consolidación del proyecto pasaba por firmar a la primera gran multinacional. A partir de ahí la bola de nieve sería imparable. Ya en 1974 Havelange viajó a Nueva York para buscar el patrocinio de Pepsi. Los directivos de la bebida pidieron tiempo para pensar. Aún, se supone, deben estar pensando qué estaban pensando! Porque a Havelange lo llevaron directo a Atlanta donde se reunió con el Presidente Mundial de Coca Cola. En 1975 se firmó el contrato, el logo de Coca Cola estaría en el Mundial y con ellos como patrocinadores de FIFA, los demás no tardaron en llegar.

La estrategia de Havelange y Dassler atrajo cifras que ni siquiera ellos mismo se imaginaron que el fútbol podía generar. Pero en su afán por atraer y acaparar dinero, jamás actualizaron la estructura de la FIFA y de sus confederaciones regionales para poder manejar de manera honesta los millonarios recursos. La estructura favoreció sus intereses porque el dinero se comenzó a repartir entre los miembros. Ni los directivos de FIFA, ni los miembros de las asociaciones nacionales debían responder ante nadie por el dinero que recibían y repartían como mejor les pareciese.

Sin nadie a quien responder por su comportamiento, la FIFA, las Confederaciones Regionales y las mismas Asociaciones Nacionales sólo podían terminar donde terminaron. No fue hasta que intervino un agente externo, el FBI, que se rompió el círculo vicioso. Pero aún así la FIFA se niega a modernizarse.

Para bien o para mal, Havelange cambió el fútbol. Si por un lado el fútbol se convirtió en una religión universal, por el otro terminó sentando las bases para algunos de los más detestables comportamientos (quizás comparable al COI) que haya habido en el deporte mundial.

Si la FIFA no se actualiza, el legado de Havelange puede ir más allá de la universalización del fútbol. En el futuro más negro, puede terminar matando a la gallina de los huevos de oro.

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