Tags: Copa Intercontinental; Lionel Messi; Mao Molina; Mundial de Clubes; Real Madrid; San Lorenzo
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Durante años, una de las expresiones más despectivas que se escuchaba en España hacia el inmigrante latinoamericano era aquella que lo tildaba de “sudaca”. Dado el trabajo estereotipado al que se dedicaban ecuatorianos, colombianos, caribeños y demás hijos del nuevo continente, la expresión era un insulto multidimensional.
Pero había una donde el insulto simplemente rebotaba. En fútbol eramos históricamente superiores. Pero no sólo eramos superiores a España. Mirábamos de tú a tú a las grandes potencias europeas. Nuestro fútbol destacaba a nivel de selecciones y a nivel de clubes. Si el Liverpool arrasaba en Europa, el Flamengo lo arrasaba en Tokio. Si el Milan de Sacchi le metía cinco al Madrid en la Copa de Europa, apenas derrotaba al Nacional con un gol al minuto 119. El mayor desarrollo, la mayor riqueza del viejo continente no fue nunca obstáculo para que el fútbol suramericano destacará en sus enfrentamientos.
En mundiales nos respetaban e incluso nos temían. En la Intercontinental la excusa siempre fue la falta de interés. La realidad es que el Campeón de Europa no podía pasarle por encima al campeón de la Copa Libertadores. Era un partido donde llegaban los mejores del mundo y con frecuencia, en la cancha, se demostraba que el mejor del mundo venía de Sur América. La foto es Arrigo Sacchi metiéndose a la cancha en 1989 a celebrar el gol que les daba la Copa Intercontinental; aquel título que ‘no importaba’.
Pero el cambio de Intercontinental a Mundial de Clubes ha resultado nefasto para Sur América. No por el cambio, sino porque el fútbol cada vez deja en evidencia que a éste lado del Atlántico el fútbol que se juega ya no es el que fue. El desastre suramericano no tiene que ver con el cambio de nombre o formato del torneo. Los resultados son consecuencia de un proceso que ha llevado a que el futbolísta suramericano se forme para irse.
A 2014, incluyendo la primera edición, casi pirata, del año 2000, se han disputado 11 ediciones del Mundial de Clubes. Europa ha vencido en 7 oportunidades. Esas victorias han llegado en las últimas ocho ediciones disputadas. Sólo el Corinthians, que derrotó al Chelsea, fue capaz de ganar el partido. Es casi un error estadístico.
Aún más, de las últimas cinco ediciones, en sólo tres, el finalista ha sido el campeón de la Copa Libertadores. En las otras dos, el segundo lugar fue el campeón africano. Nuestro fútbol, el de clubes, se hunde y no pareciera que la Conmebol o las diferentes asociaciones suramericanas se dieran cuenta.
La respuesta a estos deplorables resultados no puede ser criticar que Messi, Di María, Agüero, Neymar, Falcao, James o Luis Suárez jueguen en los mejores equipos del mundo. Los mejores cracks suramericanos, desde hace décadas, juegan en los grandes clubes europeos.
El motivo de la mediocridad evidente de nuestro torneo continental es que ahora se van hasta los jugadores de medio pelo. Según el CIES football Observatory en la temporada 2013 – 2014 había 31 jugadores colombianos jugando en las cinco grandes ligas europeas, 7 peruanos, 8 venezolanos, 2 ecuatorianos, 20 chilenos, 7 paraguayos y, por supuesto, 112 argentinos y 130 brasileros. Eso, insisto, sólo en Alemania, España, Francia, Inglaterra e Italia en sus diferentes categorías.
El siguiente cuadro refuerza el argumento. El 82,6% de los jugadores registrados por Sur América para disputar el Mundial de Brasil jugaban fuera de la liga doméstica. El 66% fuera de América. Aunque varios de ellos que lo hacían en América lo hacían fuera de Sur América, generalmente en México o la MLS de los Estados Unidos.
En la MLS, un torneo deportivamente lejos de las grandes ligas, en 2014, había 60 jugadores suramericanos inscritos, 18 argentinos, 18 brasileros, 11 colombianos, 7 uruguayos, 3 ecuatorianos, 1 chileno, 1 peruano y 1 venezolano.
Es decir, es cierto que Sur América no puede retener a un Messi, un Neymar o un James. Si antes el objetivo del fútbolista suramericano era triunfar en el club de sus sueños, sea River, Boca, Peñarol, Nacional, Millonarios o Alianza Lima, ahora el sueño es emigrar lo más pronto posible. Muy hinchas serán Falcao de Millonarios o Messi del Newell’s, pero allí no jugarán. Otros, y se viene a la cabeza Mao Molina, hincha del Medellín, prefieren hacer su carrera en exóticas ligas como la surcoreana.
El sueño hoy día no es la gloria, es el dinero. A la gloria se aspira después, por supuesto, pero en tierras extrañas. Es la consecuencia de un mundo globalizado y tal realidad hay que aceptarla. Pero las ligas nacionales, la Conmebol tiene que entender que hay que devolverle identidad al fútbol suramericano, hay que volverlo algo deseable y hay que lograr que esos jugadores aceptables prefieran jugar en San Lorenzo, Universitario, Colo Colo o Santa Fe por el mismo dinero que recibirían en la MLS, Corea del Sur o la B de Francia, Alemania o Inglaterra. Quizás un primer paso sea eliminar esos torneos de 6 meses que premia la mediocridad. El mejor debe serlo después de un trabajo planificado de un año. Quizás haya que coordinar mejor los torneos domésticos con la Copa Libertadores y la Suramericana. Quizás la Copa Libertadores deba disputarse con cierto orden, no mil partidos donde se pierde el hilo de la ronda que se disputa, donde se parte en la mitad por el Mundial o la Copa América de turno. Quizás los torneos de _playoffs impiden el triunfo de los equipos estructurados premiando la suerte de los que se arman para el corto plazo._ Quizás … pero algo hay que hacer.
Porque el dinero es mucho, pero no lo es todo. El Eibar, jugando por primera vez en la primera división española, tiene un presupuesto de US$19.400.000. Y no va precisamente de último.
El San Lorenzo, que con tanto temor se enfrentó al Madrid en la última final del Mundial de Clubes, tiene un prespuesto de 12 millones de euros. Algunos dirán que la diferencia de presupuesto con el Madrid (55 veces superior) explicaría el temor con que se plantó en la cancha. Yo no he visto al San Lorenzo asustado cuando se enfrenta al Boca Junior o Cruzeiro (al que eliminó camino al título de Copa Libertadores), equipos con un presupuesto 6 veces superior. ¿A partir de cuándo comienza a dar miedo? El Eibar ha jugado de tú a tú ante Madrid y Barça. Nunca lo vi asustado como vi al San Lorenzo.
La prensa argentina habla de derrota digna y, cómicamente en Fox Sports, durante la transmisión llegaron a hablar de ‘campeón moral’. Pero era el Campeón de América. Heredero de una saga que durante décadas se plantó orgullosa ante el Campeón de Europa sin miedo y aspirando a algo más que a no salir goleado.
El fútbol suramericano, humillado en Brasil 2014, requiere una inyección de confianza y dinero que retenga a esos jugadores que, sin ser el Maradona o Messi de la época impidan que en España se vuelva a escribir lo que, no sin razón, escribió Relaño en su editorial del Diario As: “El salto entre Europa y el resto de continentes es tal que este campeonato [El Mundial de Clubes] resulta deslucido por lo desequilibrado. Lo fue la propia final, a pesar del innegable oficio de todo jugador y equipo argentino. San Lorenzo retrasó su derrota embarrando el partido en la primera parte, con faltas, protestas y barullo. El Madrid pareció perderse por ese camino durante bastantes minutos. No hizo lo que debía, no respondió con fútbol a la estrategia de San Lorenzo de alborotar.”
Aquello de que el fútbol suramericano es toque y el europeo es fuerza ha pasado a la historia. Ahora alborotamos, como cualquier mosquito … pero no llegamos a picar. La triste realidad.