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Tags: Bayer Leverkusen; Champions League; James Rodriguez; Real Madrid; Zidane

El debate sobre la compatibilidad de James Rodríguez con la táctica y las demás estrellas del Real Madrid recuerda lo sucedido cuando llegó Zinedine Zidane al equipo blanco.

En julio del 2001 el Real Madrid presentó al entonces jugador más caro de la historia. Ante 300 periodistas, Florentino Pérez se mostró orgulloso de su último fichaje galáctico. Poco importaban los 70 millones de euros que acaba de desembolsar a la Juventus de Turín. Estaba destinado a hacer historia en Madrid. Lo que pocos imaginaban, eran las críticas fuera de tono que llegó a recibir durante sus primeros meses en el equipo.

Zidane, como se lo recordaría al mundo entero en la final del mundial del 2006, tenía un temperamento fuerte y agresivo más allá de su inigualable clase. Así que llegó al Madrid con cuatro partidos de sanción en la Champions League. En consecuencia, durante los primeros meses de la temporada, el crack francés debía demostrar la valía de su fichaje en la Liga.

El Madrid se estrenó aquella temporada frente al Valencia con derrota uno por cero de visitante. Si bien para el Madrid la derrota nunca se acepta como algo natural, no era un resultado inesperado. El Valencia era un gran equipo que, a la postre, se coronaría como Campeón de Liga.

Pero el debate comenzó. La prensa cuestionaba la posición idónea de Zidane. Aquel día, dicen las crónicas, arrancó por izquierda, cerca de Figo y Roberto Carlos. Pero su juego no tuvo el esplendor ni la constancia esperada y terminó ofreciendo poco de su excelso repertorio.  Con el correr de los partidos las cosas no mejoraban. Transcurridas seis jornadas, el Real Madrid registraba el segundo peor arranque de su historia. Habían logrado apenas 5 puntos de 18 posibles. Cero puntos de visitante. Era, junto al Espanyol, el equipo más goleado de la liga con un promedio en contra de dos goles por partido. El descenso directo estaba a un punto. El Madrid galáctico naufragaba.

Zidane, individualmente, rendía. Era el máximo goleador de equipo, y destacaba por su calidad. Pero el Madrid obtenía mejores resultados cuando él no jugaba. Eran los mismos jugadores blancos los que justificaban el pobre desempeño en la liga en los problemas de Zidane para ajustarse tácticamente a las necesidades del equipo. El Madrid, argumentaban, había jugado la temporada anterior con dos medios defensivos definidos: Helguera y Makelele. La llegada de Zidane obligaba a plantear un rombo donde Makelele era el único medio defensivo definido. Éste llegó a afirmar en L’Equipe “que el Madrid no defendía como un equipo”.

Figo, el primer galáctico, había sido decisivo la temporada anterior, particularmente en ataque. Su capacidad de desborde y sus centros de rosca perfectos para Morientes, Guti o Raúl destrozaron defensas contrarias. Su rendimiento en la nueva temporada, sin embargo, no era el mismo. La explicación, según sus propias palabras, era simple: “Con un único medio centro debo defender más que con doble pivote”. No había necesidad de nombrar a Zidane para señalarlo con el dedo. Salgado, el correoso marcador derecho, venía a decir lo mismo: “ahora [sin Makelele y Helguera en la zona de volantes de contención] todos tenemos que estar más atentos en defensa“.

Mientras tanto, en la Champions League, sin Zidane por la mencionada sanción, el Madrid había logrado cuatro victorias en cuatro partidos, marcando 12 goles a favor y 2 en contra.

A pesar de ello, la prensa y afición reconocía que el fútbol de Zidane era el esperado. Incluso era visto como el mejor del equipo en el empate de local que antecedió a su debut en liga de campeones. En aquel partido ante el Celta, Vicente del Bosque, entrenador del Madrid retiró a Zidane a falta de 10 minutos. El Bernabéu explotó contra cuerpo técnico y jugadores: “¡fuera, fuera!“. Del Bosque diría después que “hasta mi mujer y mi hija de seis años me han preguntado por qué cambié a Zidane“. Era ya el mejor, pero el equipo no rendía con él.

El crack francés intentaba entender lo que pasaba: “Es verdad que nos falta compenetración, automatismos, el hecho de buscarse con los ojos cerrados”. Tales eran sus quejas ante la negativa de sus compañeros a devolverle la pared que con tanta calidad él proponía. De cara a su debut ante la Roma, Zidane lo tenía claro:  “los miércoles el equipo juega bien y gana y llega el sábado o el domingo y no funciona tan bien. Creo que sólo es un bache. Espero ganar al Roma porque si perdemos o empatamos será algo grave. Grave para mí”. No ganó el Madrid, pero tampoco perdió.

Afortunadamente para el Madrid existe el Barça. Y afortunadamente para el Barça, existe el Madrid. Cuando el uno o el otro está mal, ganar al eterno rival permite, al menos, campear el temporal. Y así sucedió con el Madrid. En noviembre de 2001, en la jornada 11, el Madrid venció 2-0 al Barcelona.  Los catalanes llegaban segundos, detrás del Deportivo; el Madrid era un equipo de media tabla: puesto 10. Terminada la jornada, el Barcelona era tercero y el Madrid séptimo. Se dio un respiro.

Aquella temporada, el Madrid terminó tercero, detrás de Valencia y Depor, pero, por encima de todo, logró su novena Copa de Europa. Venció en cuartos de final al Bayern Munich, en semifinales al Barcelona y, en la final, frente al Bayer Leverkusen, Zidane marcó uno de los mejores goles de la historia de la competición. La floja temporada liguera quedó para siempre oculta tras la gran temporada europea y el golazo de Zidane. El gol de la novena.

James llega al Madrid con 23 años. Zidane llegó con 29. Para entonces el francés ya era Campeón del Mundo, de Europa, de todo lo que había por jugar. Pero, como Zidane, la calidad de James nadie la discute. Se discute la ‘táctica’ que debe seguir el equipo. Al final, De Bosque, como años atrás Zagallo, entendió que la labor del entrenador consiste también en adaptarse para que los mejores rindan lo mejor posible. Ancelotti, el entrenador actual del Madrid, añorará a Di María porque era la pieza ideal para ajustar su esquema táctico. James, no es Di María. Aún es joven para saber hasta donde llegará. Pero insisto. Como Zidane, su calidad no se discute. Es labor del entrenador engranar las piezas.

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