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Leía recientemente un artículo donde se mencionaba que “al menos 197 de los 268 congresistas elegidos el pasado 9 de marzo serán recordados por algo más que sus proyectos políticos: por sus nombres”. El Congreso recientemente elegido en Colombia, decía el artículo, “estará marcado por nombres pocos comunes, extrañamente combinados y hasta con aparentes errores ortográficos”.
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Ello me trajo a la memoria aquella literatura que correlaciona los nombres ‘extraños’ o poco comunes con ciertas desventajas socioeconómicas. El ejercicio para Colombia lo hizo hace algunos años Alejandro Gaviria. Aquel trabajo encuentra que los individuos de nombre único tienen unas condiciones socioeconómicas inferiores al del resto de la población llegando incluso a tener ingresos un 20% más bajos que sus contrapartes de nombres más comunes.
Ahora, no conozco el detalle del perfil de los congresistas, pero dado los generosos sueldos que se reparten, sin duda están ante la oportunidad de oro de romper esos obstáculos en torno a los nombres ‘extraños’ y seguramente viven y vivirán en una situación bastante acomodada.
Pero no sólo a través de la política se rompen barreras sociales. El fútbol es un camino, más elegante que la política, para ascender socialmente. En el fútbol el nombre no importa; lo relevante es la calidad de cada jugador.
El Fútbol Profesional Colombiano es un caso interesante para evaluar. Utilizando datos de Opta para el primer semestre del 2013 es posible establecer cuántos ‘sin tocayo’ hay en el torneo colombiano. Para simplificar el análisis y hacerlo viable, me enfoqué únicamente en el primer nombre. Tengo datos para 514 jugadores. Ello lo reduzco a 238 nombres de los cuales la mayor parte (161), como refleja la gráfica, son nombres únicos.
El nombre más común es Juan. 30 jugadores tenían ese nombre. 19 se llaman Luis, 16 Andrés, 13 Carlos, 11 Jorge y 10 John y Cristian. Esto último es el primer inició de un patrón interesante. Los nombres de aparente origen anglosajón parecieran mayoría. Hay, por ejemplo, 6 Jefferson (que no Jeferson el cual es único), Jhon (diferente a John) y Jonathan. Edwin’s hay 5.
Johnny hay 4. Pero hay varias versiones de este nombre. Está Jhony, Jonny, y por supuesto Yonny. Jitson sí parece tener otra raíz. Aunque Yonny hay dos, los otros, por supuesto, no tienen tocayo. Hay 3 Harrison, Wilson, Wilmer Wilson y William aunque sólo 1 Williams.
Los hay de origen futbolero, como Eder o Jossymar. El uno delantero del maravilloso Brasil del ’82, el otro marcador derecho de Brasil 1986 que marcó dos bombazos y que terminaría en el Sevilla tras el mundial para luego perderse en las penumbra de aquellos que tuvieron sus 15 minutos de gloria. Claro que su nombre era Josimar. Y ya puestos, recordemos aquel golazo contra Irlanda del Norte:
Algunos ‘sin tocayo’ en el FPC lo son por lo pequeña que es la muestra: sólo hay un Mateo, un Orlando o un Roberto. Pero también hay un Jamillacson, un Wuiswell (venezolano él) o un Yoimar. La ‘Y’, por cierto, parece generar cierta fascinación. Yair, supone uno, se origina en Jairzinho, aquel delantero del Brasil ’70 a quien se conocía como Jair. Y sí, efectivamente se pronunciaba Yair. Yeison y Yeisson no son el mismo aunque se originan, pareciera, de Jason, nombre de origen griego, pero que en inglés, sí, se pronuncia Yeison o Yeisson.
Están también Yessy, Yimmi y Yilmar éste último quizás inspirado en Gilmar, el arquero bicampeón de Brasil en 1958 y 1962. Yonaider, Yonatan, Yuber, Yuberney, Yulian, Yoiver y Yonaider forman también parte de esta muestra de admiración por la letra ‘Y’.
El fútbol colombiano no paga las millonadas de otras latitudes, pero es una puerta que de abrirse puede asegurar un futuro más que digno a mucho de estos jugadores de origen humilde. Algunos, incluso, serán millonarios y romperán las tendencias que muestra la literatura económica. Ellos, como los hijos de las estrellas de cine de los últimos tiempos, tienen nombres únicos. Harper Seven, Brooklyn y Romeo se llaman los hijos de Beckham. Aquello es ‘creativo’. Aquí, decía Gaviria citando un editorial del prensa, los progenitores están condenando a una criatura indefensa. ¿Por qué lo nuestro tiene que ser diferente? Quizás no sea más que otro de esos prejuicios que debemos erradicar.
Nota: Aunque revisé el nombre de varios de ellos en fuentes “fiables” de Internet, algunos son tan únicos que según la fuente, se escriben diferente. Así que todo lo dicho aquí no puede ser más que una aproximación del esmero que pusieron los padres para nombrar a sus hijos, futuras estrellas del fútbol colombiano. En realidad creo que sólo una visita a la Registraduría permitiría limpiar completamente la base y establecer con precisión como se llaman los jugadores. Pero dicen que, hoy por hoy, la Registraduría está ocupado con las elecciones.