Tags: Argentina 0 Colombia 5; Mundial 1962; Mundial 1990; Mundial 1994; Seleccion Argentina; Seleccion Colombia
Todo colombiano con edad suficiente sabe exactamente donde se encontraba el 5 de septiembre de 1993. Aquella tarde colombiana amigos, familiares, conocidos y desconocidos se reunieron para ver el enfrentamiento que decidiría un cupo directo al Mundial de Estados Unidos en 1994. El partido, a disputar en Buenos Aires, enfrentaba a una potencia emergente, Colombia, frente a una potencia regional y mundial que venía de ganar un mundial y ser subcampeón en otro. Era además la campeona de América, el último título que, a nivel de mayores, ha ganado la selección albiceleste.
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Colombia llegaba con ventaja. Un empate lo clasificaba. Argentina debía ganar. La derrota colombiana llevaría a la selección de Pacho Maturana a jugar el repechaje contra Australia. Habría sido el mismo camino que tuvo que seguirse cuatro años antes cuando se viajó a Israel para asegurar el regreso de Colombia a un Mundial de fútbol por primera vez desde 1962. Argentina podía perder por tres goles. Pero si perdía por cuatro y Paraguay, que jugaba en Lima contra Perú, ganaba, perdía incluso el derecho al repechaje.
El partido venía caliente. Colombia había sido eliminada en semifinales de la Copa América de 1993 en Ecuador tras perder por penales frente a Argentina. Colombia, por su parte, había frenado la racha de 33 partidos invictos que traía Argentina al vencerlos por 2 – 1 en el partido de eliminatorias jugado en Barranquilla.
Maradona, el crack argentino no jugó. Era esencialmente un ex jugador, pasado de peso (aunque había vuelto a adelgazar), que no decidía si quería seguir o no jugando. La selección, en todo caso, parecía no extrañarle. Sin embargo, él calentó los ánimos: “La historia”, decía, “sitúa a Argentina arriba, Colombia abajo”. Argentina era local, debía ganar.
Pero sucedió lo inesperado, porque todos en Colombia confiaban en la selección. Pero nadie con conocimiento de la realidad deportiva apostaba por un 0 – 5. El relato del partido lo desarrolla de forma amena y agradable Mauricio Silva en su libro tiulado el 5 – 0. Un libro ligero, fácil de leer, casi como un reportaje largo del partido. Tiene un buen recuento de las historias relacionadas con el partido que serán las delicias de aquellos que por edad o estar de paseo en Marte no pudieron disfrutar del partido en directo.
Colombia ganó dos partidos aquella tarde. Uno, 0 – 2. Aquel donde Argentina jugo de tú a tú con Colombia. Donde pudo marcar pero Córdoba, inmenso, frenó en seco las intenciones de los argentinos. El otro inició en el minuto 71, cuando Basile, el entrenador argentino, desesperado, dio entrada al ‘Beto’ Acosta, delantero, por Redondo un volante que luego brillaría con luz propia en el Real Madrid. Como dijo el Bolillo en aquel momento: “se nos abrieron”. Y se abrieron, de par en par. Tres goles en 20 minutos humillaron a Argentina y, casi los elimina del mundial. Porque simultáneamente, en Lima, Perú y Paraguay empataron a dos goles.
Antes de aquello, la gloria colombiana se resumía en dos empates, frente a rivales europeos en los dos mundiales que había jugado. El 4 – 4 contra la U.R.S.S que a Chile ’62 llegaba como Campeona de Europa. En blanco y negro habíamos aprendido que Colombia perdía 1 – 4 a falta de 20 minutos y, frente a uno de los mejores arqueros de todos los tiempos, Lev Yashin, había logrado empatar y, casi ganar. Además, aún hoy, Marcos Coll conserva el honor de ser el único jugador en la historia de los mundiales que ha marcado un gol olímpico. Después llegó el 1 – 1 frente a Alemania. En aquella ocasión se perdía por 1 – 0 en el minuto 90. La gloría llegó con el empate de Rincón. Lo triste es que en 1962, ese fue el único punto que Colombia logró. A cambio recibió 11 goles en tres partidos. Pero la selección volvió feliz. En 1990, aún sin el gol de Rincón, Colombia pasaba a octavos; como mejor tercera. En la siguiente ronda Camerún envió de vuelta a la selección. Nuevamente, derrotados, 3 puntos de 8 posibles, pero felices.
La celebración excesiva del 0 – 5, lo que que nos lleva a que veinte años después esté yo escribiendo está nota de recuerdo, no fue la clasificación al Mundial. Fue el haber derrotado a la poderosa argentina de una forma humillante. Pero, no avanzamos. Años después Ruggeri afirmó, cansado de que le preguntarán por el 0 – 5: “yo jugué dos finales de Copa del Mundo. Nunca vi a Colombia saltar al campo”.
Colombia, como demostré hace tiempo en una entrada sobre la historia de la selección Colombia, tuvo su pico frente aquel 3 de septiembre. A partir de ahí, literalmente, todo fue cuesta abajo.
Colombia era un país sin apenas glorias deportivas en 1993. Algunos boxeadores, la épica de Lucho, Parra y demás héroes en Europa, pero sin victorias sistemáticas que trascendieran al mundo. Quizás, con la única excepción de la Copa Libertadores que había ganado Nacional en 1989, no había triunfos objetivos que celebrar. Desde luego no en fútbol. Por eso, un partido que apenas nos clasificó entró en la historia de forma tan especial.
Hoy, hay la sensación, la realidad es otra. Ir al mundial es un objetivo, no una meta que justifique alegrías desbordadas. Ahora hay campeones olímpicos, campeones del mundo, podios repetidos en las grandes carreras de ciclismo del mundo y futbolistas que actúan en equipos de primer nivel en Europa.
Es válido recordar aquella victoria. Pero también debe recordarse que no dejó nada. Colombia fracasó en USA 94 y cuatro años después el ´Bolillo´ Gómez aún sentía susto por enfrentar a rivales europeos.
Como yo veo, el 0 – 5 es la evidencia palpable de que la mejor generación de la historia del fútbol de Colombia se desperdició. Los de hoy tienen el potencial, pero el fútbol que podían desarrollar los Valderrama y compañía aún supera al que han mostrado Falcao y demás. Pero no ganaron nada. Ni Copa América, ni una actuación histórica en los mundiales. Se desperdició esa generación. El libro de Silva nos recuerda que mientras los Estados Unidos y Rumanía nos estudiaron durante un año, Maturana y su equipo no se inquietaron, siquiera, por conocer quién era el tal Hagi.
Esa es la lección que debemos aprender. Cuando se tiene los mejores en el campo, deben rodearse de los mejores y de los más profesionales. Colombia no puede darse el lujo de desperdiciar otra generación soberbia. Ahí queda el reto para Brasil 2014.