Tags: América en la B; América equipo grande; Descenso del América; Fútbol Profesional Colombiano; Maldición de Garabato
El 17 de diciembre de 2011 se consumó la tragedia. El América de Cali, 13 veces campeón de Colombia, 4 veces subcampeón de la Copa Libertadores, descendía por primera vez en su historia a la segunda división de Colombia. Como es común en estos casos el sufrimiento de unos es la alegría de otros. Los aficionados de los demás equipos no dejaron de inventar historias, cuentos y chistes con el América en la B como protagonistas. Pero en el fondo todos esperaban, era lo natural, que el descenso sería superado en apenas 12 meses.
Otros grandes en la historia del fútbol también han descendido. En 1974 el Manchester United descendió. Tras una temporada volvió a la primera división inglesa. El Milan besó el infierno en 1980 consecuencia de escándalos de apuestas. Regresó al año, bajó y volvió a subir. En 1986 el Valencia español descendió para volver a subir al año siguiente. Más recientemente el River Plate o la Juventus de Turín debieron jugar un año en la categoría de plata de Argentina e Italia respectivamente.
El caso más recordado, por lo que dejó la campaña publicitaria, fue el descenso del Atlético de Madrid a la segunda división en el año 2000. Fue entonces cuando se acuño aquello del ‘infierno’ para referirse a la segunda división. Kiko Narváez decía bajo el lema de un añito en el infierno: “Síguenos hasta el infierno. Volveremos”. Volvieron dos temporadas después.
El descenso de los grandes, por tanto, es relativamente común. Lo que no es tan común es que el equipo grande se quede en la B. El América, incapaz ya de subir en 2013, va a cumplir en 2014 su tercer año en la categoría del plata del fútbol profesional colombiano. Y es en este punto donde llega la pregunta sin respuesta. ¿El América es, de verdad, un equipo tan grande como dicen sus títulos?
Oficialmente el América se fundó el 13 de febrero de 1927. En contraposición al Deportivo Cali, tradicionalmente el América fue el equipo ‘del pueblo’ en Cali. Participó en el torneo colombiano desde su primera edición en 1948 aunque en 1953, por problemas económicos, no disputó el torneo. Sin embargo, dado que hasta 1992 no hubo descenso en el fútbol colombiano, el América no tuvo problemas en volver al año siguiente a jugar en la primera división. Su primer título lo obtuvo en 1979 tras supera la denominada maldición del Garabato.
Como en todas las historias de fantasmas, hay más de una versión que explica la maldición. La más aceptada dice que Benjamín Urrea, uno de los socios fundadores del conjunto escarlata, se negaba en redondo a inscribir el equipo al torneo profesional que arrancaría en 1948. En esencia defendía el espíritu _amateur _del equipo, negándose a aceptar la profesionalización del mismo. El presidente del equipo igual inscribió al equipo y Urrea, conocido como ‘Garabato’ lanzó la maldición: “_que lo vuelvan profesional, que hagan con el equipo lo que quieran … que por mi Dios, América nunca será campeón”._ Y efectivamente América nunca logró ser campeón hasta que en 1979 se realizó una misa en la grama del estadio Pascual Guerrero donde se firmó un documento para renovar el equipo y poner fin a la maldición.
Así, sin maldición, el América logró en 1979 ser campeón por primera vez en su historia. Pero además de la misa y los rezos, otros ‘milagros’ no tan santos estaban sucediendo en el América de Cali.
En 1977 el hoy condenado por narcotráfico, Gilberto Rodríguez Orejuela mostró interés en comprar al Deportivo Cali. Sin embargo, por diferentes razones, particularmente la negativa de los socios del Cali a aceptar accionistas cuyas fortunas tenían orígenes poco claros, Rodriguez Orejuela decidió entrar al América en 1979. Coincide la compra del equipo con el primer título del América. Empezaba, como muestra la gráfica, una época deportivamente gloriosa en el equipo rojo de Cali.
El América, antes de 1979 había sido subcampeón en dos ocasiones: 1960 y 1969. Pero era un equipo de media tabla. En promedio rondaba la octava posición. Cabe anotar que no fue el América el único equipo untado de narcotráfico en Colombia. Pero si fue quizás el más poderoso: llegó a tener más de 100 jugadores en nómina, una cifra ridícula cuyo objetivo era minimizar el potencial de los rivales. La presencia de los Rodriguez Orejuela comenzó a decaer con la entrada del América en la Lista Clinton el 8 de junio de 1999.
La Lista Clinton prohibía al América (o a empresas que hicieran negocios con el América) a realizar transacciones financieras o tener negocios comerciales con los Estados Unidos. Cualquier empresa de aquel país que entablará negocios con el América incurriría en un delito. En la práctica el América comenzó a quedarse sólo, sin patrocinios, sin apoyo financiero.
Los años de opulencia deportiva terminaron. El América tenía 12 estrellas y luchaba administrativamente lo mejor que podía para salir de la Lista Clinton. En medio de aquella lucha logró aún ganar su título número trece en el torneo finalización del 2008. Igualaba con aquel título las 13 estrellas de Millonarios que desde 1988 no lograba un título y que vivía su propia pesadilla fruto de sus vínculos con el narcotráfico en los años ochenta.
Pero la caída era inminente. Sólo tres años después el América descendió a la B. Fue la primera vez que bajo. Sin embargo, ya en 1958 y 1959, al ser último, de haber existido el descenso, habría visitado el infierno de la B. Había sido penúltimo también en 1973 y 1976. Y lo volvió a ser en el finalización del 2006 y 2009. Su posición promedio desde el 2004 es la novena posición. Es un rendimiento peor que el que mantuvo en los primeros años del fútbol profesional colombiano (ver gráfica).
Durante casi 25 años el América vivió una ilusión. El pobre que pasa a ser nuevo rico. Besó el cielo, y casi la gloria continental. Pero no se corresponde eso con la historia del América si se compara lo obtenido por el equipo antes y después de los años de opulencia. Sin embargo, durante los años de gloria cultivó un apoyo que hace que hoy sea, junto Millonarios y Nacional, el equipo con mayor hinchada de Colombia. Es este apoyo el que le permite soñar con un regreso potencialmente exitoso a la primera división. El problema es que esos hinchas, que le darían un poderoso respaldo en la élite del fútbol colombiano, se terminarán diluyendo en los campos embarrados de la segunda división si el equipo no asciende pronto.
Hoy, ya fuera de la Lista Clinton desde abril de 2013, el América en la A sería un equipo competitivo. No aplastará a los rivales, quizás nunca más, como hizo en los ochenta. Pero la historia, por más manchada de ilegalidad que esté, queda para siempre. Y esa historia llenó al América de un orgullo y una hinchada que tiene el potencial de impulsar al América a luchar por ser, ahora sí, un verdadero grande del fútbol colombiano. Pero el tiempo corre en su contra. El orgullo y la hinchada están hoy estancados. Con algo de miopía y mucho de desacierto el presidente del América declaró tras el fracasado intento de ascender en 2013 que “los millones de americanos no respaldaron y el equipo produjo en taquillas menos que nunca”. El único activo verdaderamente valioso que actualmente tiene el América es su hinchada. Es deber del presidente vender un espectáculo que ellos quieran ir a ver. Se equivoca atacando al aficionado; el tiempo se acaba. O asciende rápido el América, o será para siempre lo que estaba predestinado a ser antes de 1979: un equipo ascensor, un tiempo en la A, un tiempo en la B, siempre tras la sombra del vecino rico: el Deportivo Cali.
Nota: Dado la incapacidad histórica de armar un torneo coherente en Colombia, es necesario aclarar que se entiende por “posición final” de un equipo en el Fútbol Profesional Colombiano. La posición por temporada de la gráfica se basa en la posición final del equipo cuando en el torneo no había cuadrangulares u octogonales, o cuando el equipo no clasificaba a rondas finales.
En caso de pasar a rondas finales, la posición final se determinó con base en los puntos obtenidos en la ‘reclasificación’ de la temporada (anual o semestral según el torneo). En caso de avanzar a instancias superiores del torneo (por ejemplo la final), se toma la posición obtenida ahí como base. Por ejemplo, si juega la final y pierde, su posición sería segundo aún cuando por reclasificación no fuese el segundo equipo que más puntos sumase a lo largo del año o semestre correspondiente.