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Murió, a los 100 años Henry Kissinger, una de las figuras políticas estadounidenses más controvertidas del S. XX., nombrado consejero de Seguridad Nacional en 1969, y secretario de Estado entre 1972 y 1977. Entre tema y tema, algunos bastante turbios, Kissinger se dedicó también al fútbol.
En junio de 1973, el Santos de Pelé jugó en Baltimore (EEUU) uno de sus tantos amistosos internacionales. Aquel partido, promovido tras bambalinas por Kissinger, tenía dos objetivos. El primero, mostrar al fútbol lo artístico que podía ser el fútbol. Nadie mejor que el Rey Pelé para ello. El segundo, apoyar la candidatura de Havelange a la presidencia de la FIFA, elecciones a celebrarse un año después.
Havelange ganó, y gracias a las gestiones de Alfonso Senior la FIFA otorgó en ese verano de 1974, la sede del Mundial de 1986 a Colombia. Un año después, en junio, Pelé debutaba con el Cosmos de Nueva York. La firma del contrato había requerido de extensas negociones entre el jugador y la Warner Communications, propietaria del equipo, con total apoyo de Kissinger. El objetivo a largo plazo era llevar a Estados Unidos un Mundial de Fútbol. Pelé desataría las pasiones, Kissinger manejaría la diplomacia.
Colombia, con 12 años para preparar el torneo, contaba nominalmente con el apoyo del gobierno colombiano. Tanto así, que a la final del Mundial de 1974 asistió invitado el presidente electo Alfonso López. Al lado, por supuesto, Henry Kissinger.
En 1975 se creó una comisión evaluadora cuyo mayor avance fue la creación de cinco subcomisiones en octubre de 1976. Mientras tanto, el país, unos a favor y otros en contra, debatía sobre la capacidad de Colombia de organizar un mundial de fútbol. El gobierno de López no mencionó el Mundial en el Plan Nacional de Desarrollo. Tampoco lo haría Turbay en 1978. Oficialmente nadie rechazaba el evento, nadie tampoco ponía un ladrillo. Ante tal inacción, Havelange visitó el país dos veces en 1977, reuniones con el presidente incluidas. En cada reunión le mostraban el organigrama: comisión, subcomisiones, y lo deleitaban con vídeos de lo bello que es Colombia.
La estocada a Colombia llegó en 1979. La FIFA aprobó la disputa de España 82 con 24 equipos, 8 más que en Argentina 78. El debate en el país evolucionó: ¿Es capaz Colombia de hacer un mundial con 24 equipos? Mientras tanto Turbay, ya en el poder, se lavó las manos: el Congreso decide. Tras dos años de deliberación, el Congreso no aprobó la necesaria ley.
In extremis, a comienzos del ’82, una asociación de grandes conglomerados económicos propuso financiar el mundial. Turbay llegó a garantizar el Mundial a FIFA, pero Havelange exigía mayor compromiso del Estado. Betancur, presidente electo dudaba.
Kissinger olió sangre. Al finalizar el Mundial ’82, se sentó a manteles con Havelange, Neuberger (Vicepresidente de FIFA) y Edwards (presidente de la Federación de Fútbol de Estados Unidos). Poco después, FIFA exigió a Colombia aeropuertos, trenes y estadios dignos de un país digno. Demasiado para un país de enanos, como nos calificaría después Senior. Colombia renunció, escondiendo su incapacidad en la ambición mercantilista de FIFA.
El Mundial del ’86 se fue a México porque Kissinger minusvaloró el poder de las grandes fortunas mexicanas. Havelange otorgó la sede a los aztecas delante de representantes de 200 países sin votación. Les preguntó si habían leído el informe. De las candidaturas entendieron. Todos dijeron que sí. Entonces, por amplia mayoría Havelange otorgó la sede a México y paso al siguiente punto. Kissinger, sorprendido, comentó después a Havelange: “manejé la política internacional de EE. UU. durante años, incluida la Guerra de los Seis Días entre israelíes y árabes. Hoy cometí errores muy graves que un diplomático de mi nivel no puede permitirse”. Pelé le retiró la palabra a Havelange, pero para 1994, ya todos fueron amigos.