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Decía Pierluigi Collina hace unos años, involucrado en el desarrollo del VAR, que “queremos evitar aquellos errores que aún hoy se recuerdan por impactar el resultado de un partido o de la competición”. La respuesta variará según a quien le preguntemos, pero yo diría que el VAR no ha logrado su objetivo.
En la práctica, lograr un fútbol justo es una labor compleja, entre otras cosas, porque lo que para unos es justo, para otros no lo es. Esta pregunta la trabajé en un libro reciente (en inglés) titulado “On Fairness, Justice, and VAR”, algo así como “Sobre la justo, la justicia y el VAR”. Utilizando datos del Mundial Masculino de Rusia 2018 y el Femenino de 2019, la idea del texto es discernir sobre la viabilidad de alcanzar el objetivo de justicia que buscaba el VAR.
La justicia es un concepto relativo que involucra razonamiento, percepción y un sentido de injusticia para compararlo. En el fútbol, las reglas surgieron de un contrato aceptado por los diferentes protagonistas. Buena parte de la discusión posterior surge en torno a la figura de aquel que debe hacer cumplir las normas: el árbitro. Idealmente, el juez debe distribuir a los diferentes actores decisiones imparciales, basadas en el conjunto de reglas universalmente aceptadas. Se dice fácil, se hace difícil.
Efectivamente, en el fútbol (como en la vida) hay una demanda por decisiones equitativas, justas. Pero la misma existencia del árbitro implica que no hay garantía de que las reglas se cumplan porque los mismos protagonistas (los equipos) son incapaces de lograr acuerdos sobre la correcta aplicación de la norma. El fútbol arrancó sin árbitros, por allá en el S. XIX. Pero pronto surgió la necesidad de una figura que, con base en la normatividad existente, debía definir sobre lo justo y equitativo.
En la práctica, sin embargo, la implementación de justicia lleva asociada diferentes patrones de comportamiento, además de que el sentido de justicia varía con el tiempo, y lo justo requiere de puntos de referencia. Por ejemplo, las tarjetas rojas se autorizaron en el Mundial de 1970, pero no se estrenaron hasta 1974 a pesar de un codazo en la cara de Pelé a Fontes en la semifinal. ¿Qué diríamos hoy si el primer expulsado de la historia fuese Pelé? ¿Sería justo?
Se concluye que aún con pautas aceptadas universalmente, la justicia es un concepto subjetivo. Sin embargo, lo justo y equitativo requiere de aplicar justicia de manera objetiva. Es claro entonces que, si la justicia es subjetiva, y lo justo y equitativo requiere de una aplicación objetiva de la justicia, tener un evento en el que todos los participantes estén de acuerdo de forma permanente y sin ambigüedades sobre las decisiones que se toman es cuando menos difícil.
Como dijo Kahneman, premio Nobel de Economía, sicólogo él, allí donde se juzgue, habrá ruido. Es decir, el VAR ayudará, pero el fútbol seguirá siendo fuente eterna de controversia. Menos mal.