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El verano europeo nos trajo transferencias sorpresivas, la de Messi especialmente. Pero también deparó frustraciones sonadas. La supuesta tristeza de Mbappé por no poder irse del PSG al Real Madrid, por ejemplo. A pesar de los €200 millones que dicen llegó a poner sobre el tapete el club blanco, el equipo de catarí (sí, catarí) ni se inmutó. Es imprescindible que para el Mundial del 2022 las grandes estrellas los representen. No es el de Mbappé el primer traspaso frustrado de un crack. Estrellas como Eusebio o como Pelé nunca salieron de sus clubes. No necesariamente porque no quisieran.
El caso de Eusebio, la pantera negra de Mozambique, es quizás el que más se acerca a lo que vivió Mbappé. Es un Estado impidiendo la salida de su máxima estrella por meros motivos nacionalistas. Eusebio, máxima estrella del poderosísimo Benfica de los años sesenta, era ficha apetecible para los gigantes de la época. En 1964 la Juventus de Turín, el equipo de la entonces todopoderosa FIAT, decide contratar a lo mejor que ofrecía el mercado europeo. Pelé era inalcanzable.
La Juve ofreció ingentes montos tanto al Benfica como al gran Eusebio. La transferencia era cuestión de días cuando inesperadamente el dictador luso, Antonio de Oliveira Salazar, decidió intervenir personalmente. Invitó a comer a la estrella del Benfica y le explicó que no se podía ir de Portugal. Los Estados, vino a decir, no se desprenden de su patrimonio. Y Eusebio era a todos los efectos, patrimonio del Estado portugués. La pantera negra, goleador y estrella del mundial de 1966, nunca abandonaría el Benfica.
Mbappé, por supuesto, ni es catarí, ni debe simpatizar particularmente con sus dirigentes. Pero está atrapado por el contrato que firmó y que lo ata al PSG hasta el verano del 2022. Eusebio, en aquellos años también firmaba contrato. Pero si el Benfica no lo autorizaba, jamás podría ser traspasado. Jamás tuvo opción. Un poco como le pasó a Pelé. En un gobierno dictatorial, también El Rey era considerado patrimonio. Pero en su caso no está clara la intervención tan directa del gobierno. Quizás porque no se necesitó. Por un lado, el presidente del Santos, Athie Jorge Coury, afirmó con contundencia apenas iniciando los años sesenta que Pelé jamás se iría del equipo mientras él fuera presidente. Pelé, anotó, era patrimonio nacional y no había dinero en el mundo para comprar a la estrella brasileña.
Por otro lado, el mismo Pelé ha dicho que sí recibió ofertas pero que no las consideró seriamente. No había, ha dicho, como el arroz con fríjoles de su mamá. Seguramente también ayudaron las giras internacionales del Santos. El equipo cobraba una parte, Pelé otra. El dinero europeo se compensó generosamente con los viajes intercontinentales del equipo. Luego, casi volviendo del retiro, triunfaría en el Cosmos de Nueva York.
Mbappé está atrapado. Una jaula de oro conde comerá caviar por un año. Luego emigrará. Diferente a lo que pasaba décadas atrás.