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La Dimayor anunció que la Liga Femenina de Fútbol de 2021 se disputará en un lapso de 45 días. Las futbolistas han puesto el grito en el cielo, no sin razón.
Acabo de publicar en un libro sobre las perspectivas globales de los cierres por Covid 19 en el deporte un capítulo sobre la experiencia del fútbol sudamericano, incluyendo las angustias del fútbol femenino. Evaluando los casos de Argentina, Chile, Colombia y Perú concluyo que el apoyo que públicamente se ofrece por parte de las autoridades futbolísticas a las damas es más consecuencia de la presión mediática, que del interés real en apoyar el fútbol femenino en la región.
En Argentina y Perú, la liga se suspendió tras la pandemia. En Chile organizaron un torneo de transición, más o menos de igual duración que en Colombia. En medio de la pandemia, en Argentina, la AFA amenazó con suspender el subsidio que profesionalizaba el torneo. En Colombia algunos anunciaban pagos parciales a los varones mientras suspendían contratos en la rama femenina. En Perú el carácter profesional aún está en veremos.
Lo anterior no puede ocultar la realidad financiera actual. Los ingresos de un equipo de fútbol, en general, se pueden agrupar en cuatro categorías: (i) taquilla, (ii) televisión, (iii) mercadeo (sponsors, venta camisetas, premios) y (iv) transferencias. Actualmente no hay taquilla para nadie, la televisión se negocia con base en la contraparte masculina, y las transferencias son escasas. Queda el tema de sponsors que, para el 2020, según declaraciones del presidente de Dimayor se limitó al Ministerio de Deportes.
No obstante lo anterior, el objetivo debe ser crear una hoja de ruta para que en el mediano plazo el torneo sea viable, y en el largo plazo sea sostenible. Para el 2021 son 13 equipos cuyos nombres al momento de escribir estas líneas no aparecen en la página de la Dimayor. Analizando las fuentes, en términos de ingreso, veo dos opciones. Subsidiar el torneo con los ingresos de televisión y crear fuentes alternativas novedosas. El subsidio es un esquema que debe entenderse como un capital semilla para impulsar el deporte de manera decidida. Sobre las fuentes novedosas se me ocurre el crowdfunding. Si bien las redes sociales no representan necesariamente la realidad, el descontento mediático puede canalizarse para un esquema de donación para el fútbol femenino. Es decir, en lugar de unos pocos patrocinadores (actualmente complejo por la pandemia), sería buscar recursos en las miles de voces que piden una liga femenina.
Por otro lado, hay que minimizar costos para lo que veo dos alternativas. Una liga de seis meses, ida y vuelta (quizás dos rondas), por regiones para reducir desplazamientos. Terminar con un cuadrangular final en una única sede. Por otro lado, que además del gobierno nacional se involucren los gobiernos locales no cobrando (subsidiando) los estadios.
El fútbol femenino merece una directriz que le permita crear su propia historia. El potencial es inmenso. Hay que creer, hay que innovar.