El fútbol, lo he dicho en múltiples ocasiones, es un termómetro de la sociedad. Su importancia no radica tanto en cómo define la sociedad, sino cómo la sociedad lo define a él. En estos tiempos de distanciamiento social, el fútbol sufre no sólo por el evidente contacto entre sus participantes, sino porque los hinchas no pueden ver en directo a sus ídolos. El choque actual, el del coronavirus es de tal magnitud, que merece la pena comparar las ligas detenidas con lo que sucedió en otra gran crisis de carácter universal: la Segunda Guerra Mundial.

La comparación es válida porque en el imaginario popular está que durante la Segunda Guerra Mundial las ligas europeas se detuvieron. En unos países sí se detuvo, pero en otros se disputaron a pesar de las balas y los cañonazos. En Alemania, por ejemplo, primero impulsado por el gobierno Nazi para aparentar normalidad y, después por la pasión que en los alemanes despertaba el balón, hubo torneos hasta agosto de 1944. Fue en septiembre cuando se impartió la orden de que todo varón entre 16 y 60 años debía ir a defender la patria ante la imparable máquina del ejército rojo que llegaba por el este, y los ingleses y británicos por el oeste. Aun así, sin liga, y un día antes de que Hitler se suicidará, el Hamburgo derrotó 4-2 al Altona en lo que fue el último partido oficial de la guerra. Después tendrían que esperar 3 años para reanudar la liga.

En varios otros países el fútbol se detuvo parcialmente, apenas una temporada, y no necesariamente completa. Cuando los Nazis ocuparon Checoslovaquia crearon un torneo para equipos acorde con la etnia aprobada por el régimen de Hitler. Con sus más y sus menos el torneo funcionó hasta la derrota alemana en 1945. No es claro si el torneo de ¹⁹⁴⁴⁄₄₅ llegó a iniciarse, pero sí se sabe que no hubo campeón. En otros sitios como Francia se mantuvieron durante toda la guerra, si bien con divisiones regionales.

En algunos países norafricanos, también involucrados en la terrible guerra, el fútbol no paró (Egipto), paró apenas una temporada (Argelia y Marruecos), o se pudo disputar al menos una temporada (caso de Túnez).

El punto es que bajo la tremenda tragedia que supuso la Segunda Guerra Mundial el fútbol siguió siendo ese escenario único donde unos se divierten pateando el balón y otros disfrutan viendo el esférico rodar.

La Tabla 1 muestra una rápida comparativa entre lo que se vivió en la guerra y lo que hoy día vivimos con el coronavirus. Algunas discrepancias en las cifras se originan en que China y Colombia, por ejemplo, no tenían aún liga de fútbol durante el período de guerra. El impacto se ve con claridad. Una mayoría de ligas están suspendidas y las que aún operan lo hacen a puerta cerrada. Los países del este en Europa son quienes han demorado más en tomar medidas radicales, y permiten a la fecha aún fútbol a puerta cerrada.

En América Latina, donde la batalla contra el COVID-19 no llega todavía a los niveles de China, Italia o España, se mantienen aún un número de ligas operando. Pero la tendencia es única. La primera en cerrar fue China, el 30 de enero. De la muestra de 37 países que revisé todos los demás tomaron la decisión en apenas 6 días, varios impulsados por la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud. Desde el 9 de marzo que se cerró la Serie A en Italia, hasta la decisión de México de cerrar el día 15 de marzo prácticamente mientras escribo estas líneas, el gol se evaporó. El fútbol no es más que un reflejo de la sociedad. Y hoy la sociedad está triste porque mientras lucha contra demonios invisibles desaparece, como efecto colateral de guerra, la diversión que une semanalmente al planeta entero. Los héroes en estas semanas por venir no son los futbolistas. Son médicos y científicos quienes deben luchar, unos desde el campo, otros diseñando la estrategia a plantear contra ese enemigo que no reconoce barreras. De los políticos esperemos que sepan entender su labor de coordinación. Son nuestros entrenadores. Todos esperamos que sean grandes estrategas, que no sean como ese entrenador incapaz de liderar el grupo. Hoy el grupo somos todos.