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El fútbol es hoy un espectáculo costoso. Según la BBC, en Inglaterra por ejemplo, entre 2011 y 2014 el precio para asistir al estadio ha aumentado el doble que el costo de vida. La foto que acompaña a esta entrada es la protesta de los hinchas del Bayern Munich al Arsenal en un partido de champions de 2015. William Baumol, economista, recientemente fallecido y por años candidato al Premio Nobel, dejó para la posteridad una teoría que quizás nos sirva de hipótesis para entender por qué hoy es más costoso asistir al estadio que antaño: la enfermedad de costos.
Definamos productividad como el número de horas que se tarda en producir un bien en particular, por ejemplo, el número de horas necesarias para producir un televisor de última generación.
En su artículo de 1965 con William Bowen en el American Economic Review, se preguntaron por qué un violinista contemporáneo ganaba más que 100 años antes, si el producto por hora de tocar un cuarteto de Schubert en una sala estándar de conciertos había permanecido relativamente constante en el tiempo. O, podría uno añadir, ¿por qué es más alto el salario de un futbolista hoy día, si como ayer, su función es correr 90 minutos?
En el caso del fútbol, vale la pena pensar en la función básica del fútbolista. Unos dirán que hoy son más productivos porque defienden más, marcan más goles o porque corren más. Pero a efectos de esta entrada, pensemos el producto como la disputa de un partido, normalmente de 90 minutos. En ese tiempo, ayer como hoy, unos ganan, empatan o pierden, pero todos jugaron un partido. Medido así, la productividad ese esencialmente la misma.
Baumol explicó que hay sectores cuya productividad crece constantemente –la industria de computadores por ejemplo–. Esto contrasta con otros sectores, generalmente asociados a los servicios, donde la productividad se ha mantenido relativamente estable. Ponía como ejemplo salud, educación y por supuesto a los artistas. Alguien puede decir que Messi, Ronaldo o Falcao no son artistas?
En una economía con dicha estructura, la producción por hora en el sector productivo va a crecer más rápido que los salarios con los cual los costos por trabajador van a caer. Es decir, si una empresa aumenta su productividad, los costos caen y puede producir más barato. En otras palabras, mayor productividad lleva a menores precios y mayores salarios simultáneamente. En el sector de alta productividad el incremento en salarios no se traduce en mayores precios pues la productividad compensa ese incremento en costos. Piense en la producción de computadores.
En el sector de productividad constante, en cambio, los salarios aumentan para garantizar que existan trabajadores que quieran trabajar allí. Caso contrario, con salarios bajos –pudiendo ir al sector de salarios altos–, eventualmente nadie trabajaría en el sector servicios. Pero el incremento de salarios (que implica mayores costos) se traduce en mayores precios pues no hay productividad que compense ese incremento de costos. De ahí el término enfermedad de costos. Mayor productividad (innovación), va a disparar los salarios y los precios en otros sectores. Este proceso podría relacionarse con el crecimiento de los precios de las entradas o abonos en el fútbol.
Un contraargumento es que a medida que la economía se ‘robotiza’ tal que sectores de servicios se vuelvan más productivos, la hipótesis de Baumol se desactiva. El argumento es potencialmente válido por ejemplo en taxis (profesión que desaparecerá en 15 años). Pero aun así, a medida que bajen los precios (por los incrementos en productividad), los consumidores tendrán una mayor disposición de dinero para consumir productos de los otros sectores, los de baja productividad, generalmente intensivos en mano de obra. Es decir, irán a fútbol, profesión que no se vislumbra sea reemplazada por robots en varias generaciones. El precio del espectáculo seguirá creciendo.
Baumol, por supuesto, no puede explicar todo el incremento en precios. Esto se ve especialmente en sectores donde los costos crezcan más rápido que los salarios. La discusión da para más. La hipótesis, sin embargo, queda planteada.