Tags: Brasil; Juegos Olímpicos; Neymar; Rivaldo; Romario; Ronaldinho; Ronaldo
Todos los años olímpicos, la prensa deportiva del mundo suele titular algo del estilo de “para Brasil no hay termino medio“. Brasil, pentacampeón mundial, la tierra de Pelé y Garrincha, de Romario y Ronaldo, nunca ha sido campeona olímpica. Eso sí, desde hace casi tres décadas, siempre llega como favorita. Pero no remata. En Rio 2016 tiene la ventaja de ser local. Pero fue local en el Mundial de 1950 y en 2014. En ambas ocasiones su eliminación fue histórica. No dejó más que lágrimas en el país del carnaval.
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Brasil no participó en unos juegos olímpicos hasta 1952. Era imposible que Brasil ganará aquel torneo. Sólo competían amateurs. Como en Europa del Este no existía oficialmente el profesionalismo, Hungría, la selección de Puskas, estaba destinada a ganar cómodamente aquel torneo.
El gigante suramericano participó en todos los torneos olímpicos de fútbol entre 1960 y 1976. Las medallas brillaron por su ausencia. Las perspectivas mejoraron para 1984. El boicot de buena parte del bloque del Este a los juegos olímpicos de Los Ángeles, abrió la puerta de la victoria al resto de participantes. Brasil, compuesto en su gran mayoría por jugadores del Internacional de Porto Alegre (Dunga, el ex seleccionador brasileño entre otros), eliminó por penales a Canadá en cuartos y a Italia en la semifinal. En la final no tuvo tanta suerte. Francia, los derrotó 2-0. Debieron conformarse con la medalla de plata.
A Seul 1988 Brasil llegó con una selección donde el guardameta era Taffarel y la delantera un tal Bebeto y un tal Romario. Los tres serían campeones del mundo en 1994. Romario, ¿quién más?, abrió el marcador ante la Unión Soviética. El tiempo reglamentario terminó 1 – 1. En el minuto 103 marcaron el tanto de la victoria los soviéticos. Otra vez debían irse sin medalla de oro.
En 1996, Brasil llegó de la mano de Ronaldinho, Rivaldo y otra vez Bebeto a semifinales. Ronaldinho, por cierto, es Ronaldo, el verdadero, el gordo. El mundo del balón aún lo conocía como Ronaldinho. Entonces como hoy, ya era un Campeonato Mundial Sub 23 con tres refuerzos. Se enfrentó a un equipo nigeriano donde destacaban Okocha, Ikbeba, Amunike y sobretodo, gusto personal, Nwankwo Kanu. Pero no había sorpresa. Brasil ganaba 3-1. A los 89 minutos empató Kanu. Eran las épocas del gol de oro. El que marcara en tiempo de alargue ganaría el partido. Kanu marcó a los 3 minutos el gol que dejó a Brasil otra vez con la medalla de plata.
En 2008, Ronaldinho cedió el testigo a Messi y Argentina eliminó a Brasil en semifinales. En China la albiceleste revalidó el título logrado en 2004. El Río de la Plata reinaba como lo había hecho con Uruguay en los años veinte.
La decadencia del fútbol brasileño se veía pero no se aceptaba. Con Neymar como estrella llegaron a la final en Londres 2012. En aquella ocasión fue México quien les negó la medalla de oro.
En 2016, Brasil comenzó empatando con Sur África. Los entrenadores brasileros se tomaron tres décadas en acabar con el fútbolista brasileño, aquel que les los llenó de gloria. Apenas queda Neymar, pero no parece ser figura suficiente para guiar él sólo un equipo. Aún les queda el mercadeo, el peso de la camiseta. Pero aún siendo locales, no son los grande favoritos. No hay termino medio dice la prensa. En realidad, el fútbol brasilero ya está acostumbrándose a salir humillado de cuanto torneo participan. Recuerden Brasil 2014 o la Copa América Centenario. Mientras no vuelvan a las raíces, quizás ese sea el destino de la gloriosa canarinha.