Históricamente el fútbol en Sur América ha sido dominado por Argentina, Brasil y Uruguay.  De las 57 ediciones de Copa Libertadores disputadas, los tres grandes han vencido en 49. 45 ediciones de Copa América se han jugado en 100 años. 37 las han ganado los 3 grandes. Su poder deportivo, asociado a su fortaleza económica, ha servido de excusa eterna para que la legislación regional favorezca a los 3 grandes. El bicampeonato de Chile en Copa América, el triunfo de Nacional en Copa Libertadores (incluso el subtítulo del ecuatoriano Independiente del Valle), la victoria de Santa Fe en Copa Sudamericana deben ser el primer paso para que se democratice el fútbol sudamericano.

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No hay que exagerar. El cambio no es radical. Tras el triunfo de Liga de Quito en 2009, pasaron 7 años hasta que un equipo no argentino o brasilero ganará la Copa Libertadores. Pero desde 2010, sólo en 2012 los dos finalistas fueron argentino y brasilero. Pero hay cambio. Los triunfos de los otros son cada vez más frecuentes.

En los torneos de Conmebol, por regulación, la presencia clubes de Argentina y Brasil es mayoritaria. Aunque las demás asociaciones en realidad no protestan, las explicaciones “oficiales” se centran en su poderío deportivo. La razones reales se basan en que son sus empresas (Traffic, Full Play, Torneos, Datisa según el nombre que les convenga) las que manejan los derechos de televisión de manera non sancta como el FBI se ha encargado de mostrar al mundo.

Ello explica que se otorgue en  Copa Libertadores 5 cupos para equipos argentinos y 5 para equipos brasileros. El resto apenas 3.  En Copa Sudamericana pueden disponer de hasta 8 cupos, mientras que el resto de Sur América debe conformarse con 4.

La participación en torneo nacionales de los equipos locales tiene dos ventajas, una deportiva, otra económica. La ventaja deportiva es casi evidente. Se adquiere experiencia y, siendo un mercado vendedor, se puede mostrar el producto al mundo. La económica radica en que hay premios en dólares para los participantes. Cada vez más importantes a medida que se avanza en un torneo. Es cierto que son casi risibles comparados con los de Europa, pero siguen siendo importantes. El premio a Nacional por ganar la Copa Libertadores de 2016 es de US$7´300.000. El Madrid, su rival en el Mundial de Clubes, recibió €53’500.000, algo más de US$59´000.000.

Atlético Nacional ganó el año que era. A partir de 2016 Conmebol, ante los escándalos que llevaron a la cárcel a buena parte de sus dirigentes, decidió repartir en premios alrededor del 70% de lo que recibe por los contratos de televisión, publicidad y patrocinio. Es decir, hasta 2015, esencialmente la Conmebol recibía más que los clubes y además les cobraba un impuesto del 10% de la recaudación bruta de cada partido. Un negocio para unos pocos.

Jugar un torneo continental debe ser prioritario para todo equipo con un mínimo de ambición. Pero deben poder competir en igualdad de condiciones. Los equipos de Colombia, país líder en clubes de América del Sur en el último año, de Ecuador, de Chile, y del resto de países deben luchar por el derecho a progresar, a recibir dólares. La solución más democrática es instaurar un Coeficiente Conmebol, similar al Coeficiente UEFA. Considerando los resultados de las últimos cinco temporadas la UEFA determina que país tiene más o menos participantes en los torneos continentales. Si los argentinos y brasileros son los mejores, participarán más basado en sus resultados, no en el poder de sus dirigentes y la debilidad de su contraparte.

La secuencia de victorias de Santa Fe y Atlético Nacional en Sur América deberían explotarse por el bien del fútbol sudamericano.