Tags: Copa Libertadores; fútbol en altura; Pases; Porcentaje de pases; Precisión en el pase
Jugar en altura, por encima de los 2,500 metros aproximadamente, siempre ha sido un reto para los futbolistas que no están acostumbrados a ello. Nadie pone en duda que tiene algún impacto físico y para corroborar tal hipótesis hay suficientes análisis médicos que corroboran diferentes efectos en el cuerpo humano.
El fútbol, siendo un deporte global se juega en todo tipo de condición climática. No sólo hay fútbol a los 4,000 mts. de La Paz. También en la humedad de Barranquilla, en el frío del Norte de Europa y hasta mundial habrá en el desierto de Qatar. ¿Existe evidencia que sugiera que aquellos que están acostumbrados a algún tipo de situación extrema realmente se benefician?
La Copa Libertadores es quizás el torneo indicado para establecer si la altura realmente da algún tipo de ventaja. Desde que inició el torneo en 1960, sólo un equipo cuya sede quede por encima de los 2,500 metros de altura ha quedado campeón: la LDU de Quito en 2008. Manizales, recordemos, está a unos 2,160 metros de altura. Es decir, en términos de victorias relevantes, jugar por encima de los 2,500 metros apenas si da réditos.
Lo anterior, por supuesto, es apenas evidencia casual. No sólo no ganan los equipos que ganan en la altura, sino que apenas si ganan lo equipos que no son de Argentina, Brasil o Uruguay, considerando este último desde una perspectiva histórica.
Hay diversos trabajos académicos que utilizando datos de selecciones intentan establecer enlaces causales entre la altura y la probabilidad de victoria. Éstos, analizando datos de selecciones suramericanas desde 1900 o basados en datos de las eliminatorias de 1998, 2002 o 2006, suelen ligar el resultado de un partido como función de la altura (o el cambio de altura) y diferentes controles que también pudiesen afectar el resultado. En general los resultados sugieren, aunque de manera inconclusa, que la altura no tiene ningún impacto en el resultado de un partido.
En un trabajo reciente que publiqué en el Journal of Quantitative Analysis in Sports, evalué el tema de la altura utilizando datos de la Copa Libertadores de 2013. La literatura económica que se enfoca en el comportamiento del ser humano sentó las bases a evaluar. Traslados al fútbol, tal literatura sugiere que los individuos tienen una idea preconcebida de lo que deben esperar en cierta situación. Esto se denomina el punto de referencia: aquel en el que por experiencia propia o ajena, el jugador asume que jugar en altura representa un reto físico y/o psicológico y debido a ello no podrá desempeñarse como lo haría en circunstancias normales. Ello explicaría que en tales circunstancias se comportarán de manera más conservadora.
Para corroborar tal hipótesis comparé la efectividad de los pases que ejecutan los jugadores de equipos cuya sede se ubica a menos de 2,500 metros cuando juegan de visitante en estadios ubicados por encima de ese nivel relativo a cuando juegan de visitante en estadios ubicados por debajo de ese nivel. Por ejemplo, se compara la precisión en el pase de un jugador del Corinthians (cuyo estadio queda a menos de 2,500 metros) cuando juega en Bogotá vis a vis un partido en Tijuana. Esta estrategia elimina, además, el efecto de la localía.
En resumen, la ideas es establecer si esa pequeña diferencia que se observa en la gráfica de abajo es estadísticamente significativa. Es decir, si es relevante desde un punto de vista estadístico y futbolístico.
Son varios los resultados que se discuten en el documento en cuestión, pero aquí me enfocó en el principal. Un jugador (de un equipo cuya sede está ubicada a menos de 2,500 metros sobre el nivel del mar) es un 5,6% más efectivo en el pase cuando juega en altura que cuando juega por debajo de los 2,500 mts. Esto implica una mejora de unos cuatro puntos porcentuales respecto a la media.
La mayor precisión que se detecta cuando se juega en altura no se observa cuando ese jugador realiza pases en el campo del rival. Es decir, el resultado se explica por la mayor precisión del jugador en el campo propio.
Estos resultados nos devuelven al argumento original. Los jugadores (y las mismas estrategias) se adaptan. Cuando atacan, cuando pisan el campo rival, no hay diferencia en la precisión en el pase. Los jugadores arriesgan igual tanto en altura como a nivel del mar. Sin embargo, cuando están jugando (siempre de visitante) por encima de los 2,500 metros, se vuelven más conservadores, aseguran más el pase. El _punto de referencia_ que definimos arriba entra en juego y lleva al jugador a tener una mayor consciencia sobre el destino del balón. Perder el balón en campo contrario siempre será menos arriesgado que perderlo en campo propio. Las opciones de reorganizar la defensa son mayores. Pero perderlo en campo propio, y además en altura, implica un esfuerzo extra que puede tener importantes consecuencias negativas. De forma preconcebida, cuando el balón está en campo propio, el destino del balón se precia más.
El trabajo, siempre abierto a extensiones, sugiere que un equipo no gana por la altura. Tampoco pierde. Un equipo y sus jugadores se adaptan a jugar de una manera diferente que hace que las diferencias, al final, sean fruto de la calidad de cada equipo, no de los factores externos, sea lluvia, sol, pasto alto, cancha embarrada …. o la altura.