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El Madrid, el mejor equipo del siglo XX, estuvo 32 años sin ganar “su” trofeo: La Copa de Europa. Ganó las 5 primeras de la mano de Di Stéfano apoyado en Puskas, Gento, Rial y otros grandes cracks. En el ’66 ganó la sexta con el Madrid yé- yé. Era un equipo compuesto por sólo españoles, con Gento -el único que ha ganado seis Copas de Europa- aún en la alineación. Se denominó, por cierto, yé – yé por la canción de los Beatles “She Loves You”.
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Fue en 1998, cuando los rivales ya se burlaban de los trofeos en blanco y negro del Madrid, que el equipo dirigido por Jupp Heynckes ganó la séptima Copa de Europa. El presidente del Madrid era Lorenzo Sanz. En el año 2000, el Madrid ganó la octava Copa de Europa. En el banquillo se sentaba un técnico de la casa, un tipo con cara de bonachón: Vicente del Bosque.
Lorenzo Sanz midió mal sus fuerzas. Convocó elecciones seguro que los triunfos en Europa del ’98 y el ’00 le daban una ventaja insuperable frente al candidato opositor, Florentino Pérez. Ya en 1995, Florentino había optado a la presidencia del Real Madrid. Entonces perdió por 698 votos frente al presidente del momento, Ramón Mendoza. En las elecciones del 2000, Florentino Pérez enfatizó en los problemas financieros del Madrid, prometió cracks de la talla de Luis Figo y se presentó como la solución de futuro para mantener a los blancos en la cima del mundo.
El 16 de julio del 2000 Lorenzo Sanz recibió 13.302 votos. Insuficientes para los 16.469 de Florentino Pérez. Aquel año pagó la clausula de rescisión del contrato del portugués y literalmente, por sesenta millones de euros, se lo arrebató al Barcelona.
Florentino comenzó con el pie derecho. Mantuvo a Del Bosque de entrenador, no tanto por convicción como por simplicidad. Recién llegado no podía echar al entrenador que acababa de darle la octava al Madrid. Con Figo en plan estrella ganó la liga en 2001. El Madrid galáctico comenzaba a despuntar. Florentino prometió traer los mejores futbolistas del mundo al equipo de la Capital de España. Por eso, en el verano del 2001, procedente de la Juventus, llegó Zinedine Zidane. Y en 2002, el equipo aún dirigido por Del Bosque, logró su noveno título europeo, la tercera de la era Champions. Sin embargo, se olvida que si el Madrid perdía aquel título se quedaba por fuera de Europa la temporada siguiente. Tan mal era su situación en la Liga.
Era el Madrid de los “Zidanes y los Pavones’. Pavón era un canterano que alcanzó a jugar en el primer equipo del Madrid y que, aunque nunca se consolidó, su nombre fue el perfecto gancho de mercadeo. El Real Madrid, en palabras de Florentino, debía fichar cada verano al mejor del mundo. Los jugadores complementarios habrían de salir de la Fabrica, el nombre que alguna vez Di Stéfano dio a la cantera blanca. Así que en el verano del 2002 fichó a Ronaldo, el brasileño.
A pesar de todo, el Madrid por momentos jugó un fútbol bello. Zidane, al que la prensa criticó duramente durante los primeros cuatro meses de su estadía en Madrid vivía sus mejores años. Ronaldo, ya gordo, marcaba goles de todas las facturas. Figo deslumbraba. A ellos se sumaban Raúl, la estrella española, siempre titular a pesar de los cracks que llegaban. Casillas comenzaba a consolidarse en la portería y por la banda izquierda entraba como una flecha Roberto Carlos. En la mitad daba equilibrio un obrero del fútbol: Claude Makelele. Su función era central en el terreno de juego, pero Florentino no lo veía así y era uno de los peores pagos de una plantilla de millonarios.
En 2000 Figo ganaba el balón de oro, en 2001, Raúl fue balón de plata, en 2002 Ronaldo recibió el oro, Roberto Carlos la plata. Se ganaban Ligas y Champions. Pero había fracturas. El Diario As, el periódico oficial del madridismo, pedía el 15 de mayo del 2003 un nuevo entrenador para el Real Madrid. Decía “… Del Bosque y su Madrid, con sus galácticos jugando libremente, fiándolo todo al talento, dejando que el dibujo se componga sólo, como solución ecológica a la mezcla de estilos individuales. Y con un evidente abandono de lo físico. ” Roncero, el periodista más hincha del Madrid, el guía espiritual de la fanaticada blanca, escribió aquel día: “El Madrid se suicido en Turín por su racanearía táctica”. Escocía la eliminación en semifinales de la Champions ante la Juve de Turín.
Todo explotó al final de la temporada 2002⁄03. Deportivamente ganaron la liga, pero sabía a poco. Se proclamaron campeones el 22 de junio. Los jugadores estaban molestos. Su capitán, Hierro, estaba enfadado. Hubo amenaza de motín. No entendían que se hubiera filtrado el fichaje de Beckham en medio de la semana donde se jugaban el título. Molestaba lo mal situado que quedaba Guti. Inquietaba que no era clara la continuidad de Del Bosque. Durante las celebraciones, Valdano, entonces director general deportivo, quiso que los jugadores permanecieran más tiempo celebrando en el campo y que dieran una segunda vuelta al campo. Hierro, dice la leyenda, se negó. E incluso amenazaron con no ir a celebrar a la Cibeles, allí donde siempre, desde mediados de los ochenta, celebra el Madrid sus triunfos. Molestaba que no les dejaran colgar una bufanda a la diosa madridista.
La noche del 23 de junio de 2003, apenas un día después de ganar la liga, la Junta Directiva “por unanimidad” decidió prescindir de Hierro y del Bosque. Al hoy Marqués le ofrecieron continuar en el club como director deportivo, “un cargo apropiado a su perfil”. Sin embargo, el técnico se negó de raíz. Lo echaban del Club donde trabajó desde 1973. Florentino justificó el despido en los “síntomas de agotamiento” que presentaba el equipo. El Madrid requería alguien más “tecnificado desde el punto de vista de la estrategia y de la táctica”. Ese alguien fue el portugués Queiroz. Adicionalmente, en medio de la vorágine dictatorial, Florentino vendió a Makelele. No apreció que el francés pidiese un sueldo más alto. Se fue al Chelsea.
Lo anterior no impidió que en 2004 arrasará en las elecciones. Obtuvo el 94,25% de los votos. Sus méritos: Haber traído a Beckham en 2003 y en 2004 al ex-balón de oro, Michael Owen. Era un equipo donde “debían” jugar Ronaldo, Raúl, Figo, Zidane y Beckham. Sin Makelele, ni un reemplazo de nivel, el Madrid deportivamente naufragó. En 2005, en reemplazo de Figo, llegó Robinho. Era visto como el “nuevo” crack brasileño. Nunca pudo triunfar.
Queiroz ganó la Supercopa de España y, tras perder los últimos cinco partidos de liga, perdió de manera increíble una liga en la que finalmente terminó cuarto. Lo echaron en mayo del 2005. Ahí comenzó el desfile de entrenadores: Camacho, García Remón, Vanderlei Luxemburgo y López Caro. El 27 de febrero del 2006 renunció. Se declaró culpable de “haber maleducado a los jugadores”. El equipo durante su mandato consiguió dos Ligas (2001 y 2003), una Copa de Europa (2002), una Intercontinental (2002), dos Supercopas de España (2001 y 2003) y una Supercopa de Europa (2002).
En su discurso de despedida fue claro: “Yo de donde me voy no vuelvo”. Pero volvió. El 14 de mayo del 2009 anunció su regreso con frases contundentes: “Soy muy consciente de las dificultades, tendremos que fichar en un año lo que deberíamos fichar en tres”. Cristiano Ronaldo ya estaba negociado para llegar al Madrid. Así que trajo lo que consideró que era lo mejor que había en el mercado. Sus fichas fueron: Kaká y Benzema. Uno ex-balón de oro, el otro con el potencial para serlo. Kaká resultó siendo un ex-jugador. Nunca rindió en el Madrid y en el verano del 2013 se lo endosaron al Milan. Allí poco rindió y encima se lesionó.
Para dirigir el nuevo equipo nombró, recomendado por Valdano, al chileno Pellegrini. Un año después lo echó. ¿Su delito? Haber perdido la Liga contra el Barcelona de Guardiola. No importó que nunca el Real Madrid hubiese logrado 96 puntos. Cristiano Ronaldo sobresalió desde el primer día. Pero ninguno de sus dos fichajes rindieron lo deseado. Kaká era un fantasma. Benzema, aquella primera temporada, la 2009⁄10 apenas marcó 9 goles.
La solución pasó por nombrar a Mourinho. Un entrenador ganador, de carácter único que habría de imponer disciplina en el vestuario. En tres años, Mourinho ganó una liga y poco más. Florentino permitió que Mourinho hiciera y decidiera. Aún así, el Madrid tampoco arrasó. Florentino y Mourinho se despidieron al finalizar la temporada 2012⁄13. 424 millones de Euros en cuatro años (175 con Mourinho) alcanzaron para una liga, una Copa del Rey y una Supercopa de España. Poco bagaje para el mejor equipo del siglo XX.
Y ahí está Florentino. En contra de los consejos de sus asesores más cercanos, fichó a Gareth Bale, el galés, por 100 millones de euros. Lo fichó casi que personalmente Florentino, como a Figo, a Zidane, a Ronaldo, a Beckham, a Owen o a Robinho. Como a Kaká o a Benzema. El problema es que desde el fichaje de Beckham (cuyo rendimiento tampoco fue lo galáctico que se hubiera esperado), los fichajes de Florentino han fracasado todos. Tras el fracaso de Kaká, reconocer el fracaso de Benzema es quizás demasiado para un personaje con los egos que maneja el Presidente del Real Madrid.
El fichaje de Carlo Ancelotti, su noveno entrenador, tenía un doble objetivo. Primero, ganar. Ancelotti es un entrenador de trayectoria, ganador. Capaz de manejar superestrellas. Pero, sobretodo, un entrenador dócil, que entiende las necesidades y requerimientos del presidente. Así fue en Milan, así fue en Chelsea, así fue en el PSG, así es y será en el Madrid.
Por eso, hoy por hoy, juega Benzema. Para facilitarle la titularidad vendió a Higuaín al Napoles. Sus goles incomodaban porque no daban espacio a Benzema para triunfar. También vendió a Özil, aunque las razones son aún oscuras. Pero Benzema no responde. En los 10 primeros partidos de la temporada 2013⁄14 apenas marcó cuatro goles. La presión se hace insostenible. Morata, su sustituto, lucha tanto en los cinco minutos que le otorgan que termina opacando al protegido jugador francés.
Florentino, no Ancelotti, debe decidir si autoriza la suplencia de Benzema. Hacerlo es reconocer un nuevo fracaso en su labor de “ojeador”. No hacerlo es arriesgar a que el Madrid se rezague en la liga de tal manera que la pierdan, como un año antes, en la Navidad.
La decisión no es fácil. Hay que entender que según Forbes, Florentino Pérez es el 12vo hombre más rico de España. El 1.031 del mundo. Su fortuna personal se estima en 1.400 millones de dólares. Es un hombre poco acostumbrado al fracaso. No muchos lo contradicen. Para Butragueño, ídolo madridista de los ochenta, autor de cinco goles en el Mundial de 1986, Florentino Pérez es un “ser superior“.
Florentino busca ser la reencarnación de Santiago Bernabéu. El hombre que cambió para siempre la historia del Madrid. Con Bernabéu el Madrid ganó seis Copas de Europa, innumerables ligas. Pero por encima de todo fue ahí que se ganó el título de mejor equipo del siglo XX. Pérez quiere eso. Desea hacer historia. Para ello sus méritos deportivos deben ser sobresalientes, su ojo para fichar, único. Acostumbrado a destilar admiración, es muy difícil para Florentino bajarse del bus de Benzema. Pérez está hoy por hoy en una difícil encrucijada.