Tags: fútbol en altura; Porcentaje de pases; Precisión en el pase; Primera derrota Brasil en eliminatorias
Todo comenzó un 25 de julio de 1993. Camino a USA 94, Brasil, por primera vez perdía un partido de eliminatorias. 2-0 fue el resultado. El equipazo boliviano del ‘Diablo’ Etcheverry, de ‘Platini’ Sánchez, de Melgar, de Borja derrotó en La Paz al entonces tricampeón del mundo. Brasil era un equipo plano, dirigido por Parreira. Aquel día jugó Bebeto, pero no Romario. Nada del otro mundo.
La noticia recorrió el mundo. Brasil perdió en La Paz. La campaña inició. Brasil, se dijo, no perdió por malo, perdió por la altura. A pocos en Brasil se les ocurrió pensar que habían perdido contra la mejor selección boliviana de la historia. El debate se intensificó y años, muchos años después, en mayo del 2007, la FIFA decidió bloquear los partidos de eliminatorias en estadios que estuviesen por encima de los 2500 metros sobre el nivel del mar. La medida afectaría a los estadios de La Paz, de Bogotá y de Quito.
Las campañas en contra de semejante exabrupto llevó a la FIFA a cambiar la medida. Pero sólo parcialmente. El 27 de junio de 2007 estableció que la medida sólo debía cumplirse si el estadio estaba a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Es decir, sólo el Estadio Hernando Siles de La Paz, a 3.600 metros sobre el nivel del mar, quedaba cobijado por la medida. Las protestas y campañas de apoyo al fútbol boliviano han conseguido que el estadio de su selección siga siendo el Hernando Siles. No ha vuelto a clasificar. Como ya anotamos hace un tiempo, al final, el tema es de fútbol, no de altura.
A raíz del debate ha surgido alguna literatura que intenta cuantificar el verdadero impacto de jugar en altura. La FIFA, en algún momento, llegó a sugerir dos semanas de adaptación para jugar por encima de los 3.000 metros. Una norma imposible de acatar en los tiempos que corren donde los calendarios son particularmente apretados. Chumacero, economista chileno, publicó un trabajo en 2009 en el Journal of Sports Economics donde intentaba evaluar el resultado de los partidos de eliminatorias según la altura donde se hubiese jugado el partido. Con diferentes aproximaciones económetricas el artículo intenta explicar los resultados de los partidos de las eliminatorias suramericanas rumbo a los mundiales de 1998, 2002 y 2006. En su análisis considera múltiples medidas de calidad de los equipos, características socioeconómicas (riqueza del país y diferencias relativas de población) o el impacto de los asistentes al estadio como medidas que pueden explicar un resultado en particular. Como tantos otros artículos sobre fútbol (un día hablamos de ello), encuentra que hay un sesgo importante cuando se considera el factor campo. Es decir, un equipo de local, siempre rendirá más que de visitante. Eso los hinchas ya lo sabíamos.
Chumacero encuentra que la calidad de los equipos importa pero que los determinantes socioeconómicos y la presión del público no parece afectar el resultado del encuentro. El hallazgo más interesante del artículo es que no encuentra efectos relevantes al jugar en altura. Por el contrario. Encuentra efectos significativos de humedad y temperatura. Es decir, si algo debería condenar la FIFA, es los partidos en condiciones extremas de temperatura y humedad, no en altura.
Un artículo similar escriben Williams y Walters, del MIT. Econométricamente argumentan que se encuentra un efecto negativo en el desempeño de los equipos al jugar en Quito y La Paz. No es cierto eso en el caso de Bogotá. Ellos utilizan datos de todos los partidos jugados por las diferentes selecciones suramericanas entre 1902 y 2009. Quizás, en la extensión de los datos, está la debilidad de los resultados. Comparan equipos que juegan en Bogotá, Quito y La Paz, vs. esos mismos equipos en otras capitales cuando juegan de visitante. Aunque intentan controlar por la calidad del rival, no lo consiguen de manera efectiva y pueden terminar comparando al Brasil ’70 jugando en Bogotá por eliminatorias en el año 69, vs. el aburrido Brasil que disputó las eliminatorias a Alemania 2006. En ese orden de ideas, tampoco logran controlar por la calidad diferencial del equipo local en el tiempo. Es decir, no es lo mismo Colombia enfrentando a Argentina en 1955, cuando la goleada albiceleste estaba prácticamente garantizada, que Colombia enfrentando a Argentina en los últimos años. El partido es mucho más igualado.
Para aportar al debate, decidí evaluar el impacto que tiene jugar en altura utilizando los datos de OPTA de la Copa Libertadores 2013. Del reporte de la literatura sobre el tema, se concluye que buena parte del ejercicio es intentar evaluar el resultado de un partido añadiendo una variable de control adicional: la altura. Pero si consiguiéramos diseñar un modelo estadístico que predijera fielmente un resultado de fútbol quizás, lo mejor, sería dedicarse a las apuestas y volverse ¡millonario!
En mi caso decidí enfocarme en el comportamiento de los jugadores. El objetivo es dilucidar si hay alguna diferencia en el comportamiento que tiene un jugador según si juega en altura o no. Sabemos que un jugador se comporta diferente dependiendo de sí juega de local o no. Amparado en esta premisa, yo evaluó a un jugador cuando juega de visitante, ya sea en altura o no. Es decir, me interesa comparar el comportamiento de un jugador brasilero al ir a Buenos Aires, prácticamente al nivel del mar, respecto a su comportamiento en Bogotá o Quito, por encima de los 2.500 metros sobre el nivel del mar.
Las variables de interés tienen que ver con el arte del pase: número de pases totales, número de pases acertados, número de pases en campo contrario, porcentaje de pases acertados y porcentaje de pases en campo contrario. El modelo econométrico, por tanto, compara sucesivamente cada una de las variables anotadas en jugadores cuando juegan de visitante a más de 2.500 metros relativo a cuando juegan de visitante a menos de 2.500 metros.
Para que los resultados sean válidos, hay que controlar por variables que puedan afectar el desempeño del jugador. En mi caso tomo en cuenta la edad, el peso y la estatura del jugador. También controló por la distancia entre la ciudad de origen y el campo donde se juega de visitante. El cansancio puede ser también un factor que afecte el desempeño del jugador. Así mismo la posición del jugador es relevante. No hará nunca los mismos pases un portero que un medio.
En este caso la calidad del jugador no es crucial porque estamos comparando al mismo individuo jugando de visitante en dos estadios diferentes. Es decir, no es de esperar que su calidad varíe mucho de un campo a otro. Pero, lo sabemos los hinchas, el fútbol es de momentos. Así que sí controlo por la calidad del jugador. En particular cuantificó como ha sido el rendimiento del jugador antes del partido de interés. Es decir, sí hoy juega en Bogotá, tomo en consideración si en los partidos previos ha tenido un porcentaje de acierto en el pase del 95% o del 80%. Eso, a priori, debe ayudar a explicar el porcentaje de acierto en el pase del jugador en el partido que se evalúa.
Los resultados son de los más interesantes. No hay ningún efecto de jugar en altura cuando evaluamos el número de pases acertados o el porcentaje de pases acertados en campo contrario. Sí hay un impacto estadísticamente débil en el número de pases totales. Jugar en altura implica aproximadamente 1,3 pases menos por partido por jugador. Siendo la media 22,2 el número no parece impresionar.
Hay un impacto en el porcentaje de pases acertados. Jugar en altura implica que el jugador será aproximadamente 2,1 puntos porcentuales más acertado en el pase. La media es de 71%. En principio el resultado no parece impresionante. Pero si se considera que el porcentaje de acierto en el pase total (considerando partidos de visitante y local) es de 74%, el resultado sugiere que esos dos puntos porcentuales no dejan de ser importantes.
El otro resultado que encuentro es que el número de pases en campo contrario cae aproximadamente en 1,2. La disminución es casi la misma que el número de pases totales descritos arriba. Pero la media de pases en campo contrario es de 9,76. Es decir, el número de pases en campo contrario puede llegar a caer casi un 12%. Una cifra significativa y que nos viene a decir que, jugando en altura, el equipo de la visita llega decidido a resguardarse y a ahorrar oxígeno.
En resumen, el ejercicio sugiere que al jugar en altura un jugador realizará menos pases, pero será más cuidadoso en el trato del balón. Se acuerda uno de la máxima de Cruyff: “Que corra el balón. Mis jugadores se cansan, el balón no”. Pero los resultados no parecen tan relevantes como para justificar las medidas polítiqueras de la FIFA sancionando a bolivianos, colombianos, ecuatorianos o mexicanos por vivir en las imponentes montañas de América Latina.